El Informe de la competitividad regional en España, que publica el Consejo General de Economistas, recoge indicadores sobre las comunidades autónomas, que podrían tener algo que ver con la competitividad. Andalucía tiene un nivel bajo en casi todos ellos, y ocupa lugares entre 13 a 16 de las comunidades autónomas; esto ocurre con el entorno económico, el producto, por habitante y trabajador, o la apertura exterior; y con el paro y las características del empleo, que no son buenas; y tampoco el entorno institucional y social, donde se incluyen delitos, desigualdad, esfuerzo fiscal (se paga poco porque la gente es relativamente pobre), y gasto público (muy bajo por habitante). Sorprendentemente, las infraestructuras básicas también se ponen en el nivel bajo, lo que ocurre al dividir capital, inversión, tráfico de mercancías, por la población, que es la más numerosa de España. La eficiencia empresarial es baja, al medir tamaño medio de la empresa, exportación, costes laborales y producción; y sólo en innovación la comunidad se sitúa en un nivel medio-bajo.

Aunque el Informe es técnicamente endeble, hay algunas ideas que pueden sacarse. Una, que Andalucía progresa considerablemente en los últimos años en todos los indicadores -excepto en innovación y capital humano-. Lo peor sigue siendo la actitud de las personas hacia el estudio y la formación, que es tremendamente mala, así como el dinamismo emprendedor, que no forma parte de la cultura común. Y lo mejor, los avances en el crecimiento del producto, reducción del paro, y las mejoras en el déficit público y la desigualdad, progresando también la productividad con la mayor dimensión empresarial. Otra idea es que los indicadores no dependen sólo de la autonomía, pues los ayuntamientos y diputaciones también están implicados en estos temas, como sector público que son, y reproducen y amplían el sobredimensionamiento y funciones redundantes que se critica al gobierno autonómico. Y tercero -muy interesante para los nuevos regeneradores de nuestra comunidad-, en España las desigualdades entre regiones son menores que en muchos países europeos, entre ellos Alemania, Francia, Italia, y sobre todo Reino Unido, y a veces es más positivo para la convivencia destacar los avances y transformaciones de un territorio con atraso secular, que obsesionarse con las persistentes diferencias por habitante, que son difíciles de superar cuando la población crece más aquí que en el resto de España y Europa.

Vox Lux, de Brady Corbet, no es mi tipo de película, pese a la majestuosa Natalie Portman en el papel -ya en la madurez-, de Celeste una niña cantante prodigio; pero el crítico Anthony Lane me ha hecho ver que esta película es un secuela de la anterior de Corbet: La infancia de un líder, y compara la adoración de los fans de la artista, con el éxtasis de los seguidores del político en el epílogo de la anterior película. No es sólo la insistencia en "Vox Lux" para que la gente se encuentre bien con la música, se deje llevar por los sentimientos, y no tenga que pensar demasiado, sino que -como dice Lane-, vemos que algo falla en lo más hondo, y percibimos la grieta que se abre bajo las sociedades prósperas y lleva a sus habitantes a los extremos.

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