Al modo, aunque de forma más dramática aún, en que una familia en graves dificultades de sustento percibe con indignación y desprecio los macroindicadores económicos que hablan de lo bien que están las cosas, con más rabia y un desprecio absoluto lo hace la ciudadana siria Heba Amuri, a la que la guerra le ha matado dos hijos y el tercero, de dos meses, se le está muriendo de hambre, cuando oye hablar de negociaciones entre Siria, Rusia… etc. Es una de las más dolorosas y espeluznantes contradicciones que usa el poder para justificar su dominio y explotación de las personas: el juego de las abstracciones en contraposición con la dimensión existencial de la persona humana. "Sí, no te preocupes aunque estés al borde de la inanición, mira el porvenir con optimismo porque el año próximo vamos a crecer al x,x%, incluso una décima más de lo que habíamos previsto…", oye desde la alturas ese ciudadano de a pie. "Las grandes potencias están negociando el fin de la guerra, así es que no te preocupes, aún eres joven y podrás tener más hijos en el futuro…", escucha Heba Amuri.

Estos dos episodios no son técnicamente lo que se llaman abstracciones pero ejemplifican a la perfección el grave desajuste que se produce entre la dimensión real de la vida de las personas y las afirmaciones generales con las que nos manejamos. Muchos quebraderos dio ya a los antiguos este viejo problema: a la afirmación de los libros de Ciencias de que todos los mirlos son negros, cabe la pregunta del inocente: ¿acaso los ha visto todos para poder asegurarlo? Y si no es así, que es lo lógico, ¿cómo lo sabe? ¿en qué se apoya para expresar esa afirmación tan segura? (Es el problema de la ciencia). Así "mirlo" se refiere a todos y cada uno de los mirlos reales o posibles y a ninguno en concreto. Es una idea universal, una abstracción, un universal, que así también se llama.

El manejo de las abstracciones, amparándose en la complejidad y dificultad teórica y técnica que tienen para los no especialistas se ha constituido en un procedimiento para someter a los ciudadanos. Porque cuando decimos, por ejemplo, que Arabia no permite a las mujeres conducir, lo que en realidad ocurre es que los gerifaltes de ese país lo impiden. Hacer idénticos a Arabia y a los gobernantes de Arabia es una gravísima y deshonesta falsificación. Arabia no es nada, es una abstracción, una palabra, un universal. No existe.

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