2020 nos ha ido viento en proa. Ni cruceros, ni aviones en Cenacheriland. Biznagas mustias. Nostalgia de turismofobia. Gobierno de acción mutante. Un guapo y muchos rencores encorvados. Provocaciones tullidas y mecánicas. Apalancados en la ideología industrial. De tuerca, torque y Carpanta. Pancarta, jaleos de coche oficial y república aparte. Mientras, la peña se busca las habas y la vacuna al solecito del parque. Suena el móvil gran hermano. A menos de dos horas en La Línea de la Concepción están cultivando la nueva cepa del Brexit. Infectados a cascoporro. Bill Gates, cerebrin pasado por la enésima actualización del Windows se nos ha desvelado como un Sandro Rey. Futurólogo Rapel. Con cuatro imprecisiones de experto. Esto va para largo, como séquito de procesión. No habrá semana santa. Está claro. Queda la duda circunspecta del que no tiene la repajolera idea de lo que va a pasar. Disimule. Cachitos de hierro y plomo. Cantinelas de cinta casete. La plataforma de música a demanda por la cara de los grandes éxitos, Spotify, descubre las costuras del Covid-19. Nos refugiamos en la música amiga, vivida, bailada, pesada y emborrachada. Prepárese para aborrecer las doce campanadas de Mecano antes de que se le atraganten las doce uvas: "Y en el reloj de antaño como de año en año. Cinco minutos más para la cuenta atrás. Hacemos el balance de lo bueno y malo…Marineros, soldados, solteros, casados, amantes, andantes y algún que otro cura despistao. Entre gritos y pitos, los españolitos, enormes, bajitos, hacemos por una vez, algo a la vez". Será quejarnos y brindar por los muertos. Los tiempos distintos. 2021 a lo mejor será. Lo inventaremos. Lo revelaremos. Nos rebelaremos. Con creatividad e ingenio, con ganas de vivir y convivir. Acuérdese de la última crisis ¿Qué nos trajo el 2007 ? El teléfono inteligente, el despegue de Internet, el principado de las telecomunicaciones y las pantallas planas, la geolocalización por GPS…todas las comodidades que damos por amortizadas al ritmo de la minimización de los salarios con una calidad de vida barrigona. Cenacheriland tiene músculo moderno más allá de la hamaca, la palmera y el mojón palace del puerto. Sólo hay que ponerse a ello y dejar de mirar por el retrovisor de la morriña. Tenemos el privilegio de asistir a un momento histórico para redefinir lo que queremos ser sin avergonzarnos por traicionar nuestros valores. Si es que los tenemos.

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