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José Asenjo

Achique de espacios

EN la encuesta preelectoral del CIS, cuando se plantea al encuestado la disyuntiva de si prefiere a Zapatero o a Rajoy como presidente del gobierno, un 50,4 por ciento se decanta por el primero frente al 26,5 que lo hace por el segundo. Al ver estos datos el candidato popular debería preguntase: si España es un caos, el Gobierno inútil y Zapatero un incompetente, ¿qué seré yo? Aunque en realidad no es el escaso carisma del candidato popular el problema de la derecha española, sino que se trata de algo mucho más profundo. Tras la desaparición de la UCD, que desequilibró aún más el imperfecto bipartidismo que alumbró la transición, quedó el PP como único partido representante del amplio espectro electoral que va desde los límites del centro izquierda a la extrema derecha. Sin embargo, según la experiencia, y los expertos, los populares sólo ganarán las elecciones ante un rival muy desgastado o, sobre todo, si se produce un importante crecimiento de la abstención. ¿Qué ha ocurrido para que el único partido con posibilidades de representar a todos los electores que se sitúan del cinco al diez en la escala ideológica haya acabado convirtiendo tal ventaja en su problema?

En nuestro país, dos tercios del electorado se definen ideológicamente de centro escorado a la izquierda. Es la derecha por lo tanto la más necesitada de esos votos para alzarse con la victoria. Pero la terapia de choque que aplicó Aznar a los suyos tras su llegada a la dirección del PP, se inspiraba más en el extremismo de la nueva derecha cristiana norteamericana que en la tradición de los conservadores europeos: extremadamente ideologizada y poco posibilista, en relación a las inclinaciones electorales de los españoles, cediendo de esa forma demasiado terreno al adversario. Emulando con ello la estrategia futbolística conocida como achique de espacios, sólo que aplicada sobre sí mismo y no contra el adversario. Las pruebas son abrumadoras: más de un 73 por ciento de electores dicen tener poca o ninguna confianza en Rajoy; un 52 por ciento piensan que perderá las elecciones, mientras que tan sólo un 15% cree que tiene posiblidades, los que dicen que nunca votarían al PP están por encima del 40%, etc. Los dirigentes populares parecen haber entrado en un círculo vicioso: cuanto más radical y agresivo es su discurso, más jaleado es por su entorno mediático y social, a pesar de la evidencia de que en la medida que crece su perfil de derecha intransigente menguan sus posibilidades electorales. Durante la legislatura de 1996 a 2000, el Aznar dialogante y pragmático alejó de las urnas a tres millones de posibles votantes de la izquierda, lo que le permitió, sumando tan sólo 600.000 votos, conseguir una holgada mayoría absoluta. Mientras que el Aznar del ¡váyase, señor González! del 93 y el 96 o el de la guerra de Iraq, elevó la participación de la "izquierda volátil" a cifras históricas. Con estos antecedentes no es difícil aventurarse a pronosticar qué nos dirán las urnas el 9-M.

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