¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Aeropuerto 21

Yolanda Díaz ha sido quien ha mantenido una postura más cercana al bien común en el asunto de El Prat

En pocos sitios como en los aeropuertos se vive tan intensamente el infierno contemporáneo, la gran nadería posmoderna, la conversión del hombre en una mera gallina ponedora de divisas y likes. Mezcla de centro comercial y establo, ya nada queda de aquellos antiguos aeródromos en los que los viajeros se arreglaban como para el vermú dominical y las azafatas eran encantadoras niñas bien con idiomas y vagas tendencias aventureras. Hoy, coger un avión es una experiencia atroz en la que lo mismo te obligan a quitarte los zapatos y el cinturón que recibes una estocada a volapié por tomar un café. Por algo Marc Augé eligió a estos centros neurálgicos del capitalismo global como el gran paradigma de su teoría del no-lugar. Todos son iguales, con sus suelos relucientes, sus ejecutivos al trote, sus turistas mal vestidos y su Gran Hermano faltón y vigilante. El horror.

Parecía que con la crisis pandémica había llegado el crepúsculo de los aeropuertos pero todo indica que, tarde o temprano, asistiremos a un nuevo amanecer. Al menos, las administraciones están haciendo todo lo posible para que acontezca el milagro. Entre otras muchas cosas el virus ha puesto en evidencia la mucha hipocresía que hay en el discurso oficial contra el calentamiento del planeta. Todos sabemos que las emisiones del tráfico aéreo y el turismo low cost son parte fundamental del problema, pero nadie se atreve a ponerle grillos a un negocio de proporciones gigantescas. Lo hemos visto recientemente con la polémica de la ampliación de El Prat. ¿Es verdaderamente necesaria o sólo responde a la obsesión de las élites catalanas de mantenerle el pulso a Madrid? (pulso que, por cierto, hace mucho que perdieron). ¿No hay necesidades de infraestructuras en España mucho más urgentes? ¿No se debe reconsiderar el modelo de turismo-basura que ha convertido a Barcelona en un destino de segunda?

En esta cuestión, hay que decirlo, quien ha mantenido una postura más pendiente del bien común dentro del Gobierno ha sido Yolanda Díaz. El PSOE, con las prisas de comprar a los catalanes, ha tirado por la borda toda la credibilidad de su discurso verde y de "compromiso con el planeta". No necesitamos más aeropuertos desmedidos (y sí más espacios naturales como La Ricarda), ni más turistas low-cost (y sí ricachones a los que ordeñar), ni más demagogia desarrollista (y sí ferrocarriles en Extremadura). Y, sobre todo, no necesitamos más discursitos a lo Al Gore que luego se tiran a la basura para comprar voluntades políticas o territoriales.

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