"Afganólogos"

Afganistán no es un país, sino una caótica amalgama de grupos tribales dirigidos por señores de la guerra. Y desde 2001 una democracia tambaleante tutelada por EEUU

Apenas sabemos nada de Afganistán, pero en estos dos últimos días hemos tenido miles -o quizá millones- de expertos que pontificaban a todas horas sobre qué había que hacer en ese país (que muchos probablemente no sabrían situar en un mapa). En realidad, los únicos que conocen la situación de Afganistán en nuestro país son los miembros de las fuerzas armadas que han participado en las misiones humanitarias (en Herat y Baghdis), en las que por cierto murieron un centenar de militares, además de los cooperantes y los corresponsales de prensa (no muchos) que han trabajado sobre el terreno en hospitales y en escuelas y en campos de refugiados. Esas personas -que son muy pocas- son las únicas que conocen la complejísima realidad de un país como Afganistán, pero de repente han salido de debajo de las piedras miles de "afganólogos" que nos han explicado con toda clase de detalles por qué ha fracasado la intervención militar occidental y qué clase de errores han cometido los norteamericanos -y sus aliados- desde la invasión del país en el otoño de 2001. Nuestros "afganólogos" estaban tan ricamente en la playa tomando un Negroni, pero sabían qué estaba pasando en el aeropuerto de Kabul y qué medidas se debían tomar para proteger a las pobres mujeres afganas, las mayores víctimas de lo que va a ocurrir con el regreso de los talibanes al poder.

No sé si George R.R. Martin -el autor de Juego de tronos- conoce la historia reciente de Afganistán, pero los hechos de los últimos 50 años darían para varias entregas más de la saga de los Siete Reinos. De entrada, Afganistán no es un país, sino una caótica amalgama de grupos tribales dirigidos por señores de la guerra. Y en estos últimos 50 años, Afganistán ha sido una monarquía más o menos prooccidental, y luego una república comunista apoyada por los soviéticos, y después un caos de facciones islamistas que guerreaban entre sí, y luego un Emirato talibán regido por la ley más estricta ley coránica. A partir de 2001, Afganistán se convirtió en una democracia tambaleante tutelada por los Estados Unidos, y aunque las cosas mejoraron en muchos aspectos -sobre todo para las mujeres-, la gigantesca corrupción y la desidia gubernamental acabaron provocando la indiferencia -o incluso el odio- de la mayoría de la población. ¿Y qué va a pasar ahora? Otro desastre, como siempre.

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