Postales desde el filo

Afortunada excepción

Hay partidos de derechas, izquierda, constitucionalistas, rupturistas, nacionalistas, populistas e independentistas

Después de la sucesión de procesos electorales, los partidos miran a su interior para actualizar sus respectivos proyectos políticos. Puede que nos parezca mal su ensimismamiento, que nos cansemos de oír hablar de las diatribas entre Iglesias y Errejón o de Susana y Pedro, o de los problemas de crecimiento de Ciudadanos. O que en el PP todos estén pendientes de la palabra de Rajoy: que, como su antecesor, ostenta un poder incontestado y casi absolutista. Unos están enzarzados en cuestiones estratégicas, otros buscan cubrir su vacío de liderazgo, otros sus dudas ideológicas y todos intentan resolver los problemas de sus deficientes estructuras organizativas. Nuestro sistema de partidos es imperfecto, aunque no tanto como para merecer censuras tan severas o el tono hiperbólico que solemos utilizar para descalificarlo. Pero siendo verdad muchas de las críticas, lo cierto es que hay motivos para estar razonablemente satisfechos. Basta ver lo que sucede a nuestro alrededor, o en EEUU, para comprender que somos una democracia bastante más sana de lo creemos. Tenemos partidos muy distintos: de derechas, de izquierda, constitucionalistas, rupturistas, populistas, nacionalistas e independentistas. Pero lo que afortunadamente no tenemos son partidos xenófobos, nostálgicos del nazismo o antieuropeistas. Tampoco votamos a un presidente que afirma cínicamente que traspasa al pueblo el poder, que le ha transferido el presidente saliente, mientras nombra un gobierno de millonarios sacados de las más clasistas élites financieras y empresariales. Ni tampoco damos el poder a quien pretende acabar con la prensa y que con arrogancia e intimidación quiera situarse por encima del sistema de contrapesos institucionales, sabiamente establecido por los Padres Fundadores en la Constitución de 1781, para evitar cualquier intento de tiranía.

Sí, vivimos cosas que hasta hace bien poco nos parecían inimaginables y lo más sorprendente es que suceden en países de los que envidiábamos su larga tradición democrática. Aunque nos cueste trabajo reconocerlo, somos una afortunada excepción. Aunque imperfecto hemos construido un sólido sistema democrático abierto, plural e incluyente. Como dice Manuel Arias Maldona, en La democracia sentimental: "las sociedades abiertas son conflictivas porque son abiertas, en contraste con las sociedades cerradas donde una sola concepción del bien se impone coercitivamente a las demás".

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