'Afthercataluña'

Imposible sustraerse a lo que sucede en las jornadas más tristes de nuestra joven democracia en España

La calle Larios es el centro neurálgico de Málaga ciudad. El horizonte deseado al que llegan cada semana miles de personas al reencuentro con su maná urbano. También es la vía de identificación del malagueño. Los barrios pueden sufrir todas las carencias imaginadas, pero nadie discute que esa arteria es una seña de identidad de la que sentirnos orgullosos. Un nexo común, el gran valor que aglutina sentimientos.

El viernes, a las 19:15, pocas horas después de que el Parlamento de Cataluña avalara el trámite para crear una república fantasma, cuatro hombres que frisaban la cincuentena se paseaban en dirección a la Plaza de la Constitución con una bandera española y vociferaban : "Cataluña es España, que nadie os engañe". Minutos después, iniciaban el camino de regreso con la misma indiferencia que habían suscitado en los viandantes su entrada a este recorrido oficial. Pero es incierto, no nos ha dado lo mismo los vertiginosos acontecimientos que se suceden en Cataluña. Es más, ha sido imposible sustraernos a lo sucedido en las últimas semanas. Jamás un asunto ha suscitado tanta expectación. Imposible escuchar una discusión sobre un asunto malagueño. Desde la peluquería al gimnasio. En cada resquicio de conversación asoma el monotema. Aunque, a estas alturas, el hastío es inmenso y la única respuesta sensata ante el vodevil son los cientos de memes que retratan esta telúrica realidad. Son las jornadas más tristes de nuestra breve historia democrática reciente. Y es difícil realizar esa afirmación con los mil muertos que los terroristas de ETA decidieron poner encima de la mesa para doblegar al Estado. ¿Cómo es posible que en el siglo XXI millones de personas asocien la palabra república a la democracia y, menos aún, a la libertad? ¡Qué felices y reconocidos deben sentirse los gobernantes de la república del Congo! "Por fin somos libres", escuchaba a un catalán que festejaba en las calles de Barcelona su supuesto nuevo estatus. Fuegos artificiales para un funeral político.

Minutos antes de la espontánea manifestación de cuatro de calle Larios, en un bar de copas cercano, Manolo Escobar resucitaba en los cánticos de una mesa: "Qué viva España", se coreaba al abrigo de los gin tonics. Cataluña ocupó también el afterwork del viernes en Málaga . Por cierto, esta importada costumbre cada vez con más adictos debería dar para un sesudo análisis como fenómeno social. Cinco días de trabajo y compañeros y compañeras de oficina prefieren iniciar juntos el fin de semana ante la disyuntiva de regresar a casa con tu familia y afrontar dos días de continua convivencia sin excusas. El último afterwork en Málaga fue Cataluña y me temo que también será el protagonista de la sobremesa de este domingo, con distintos contertulios.

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