Agenda nueva

Todos los días son especiales o tienen algo que celebrar, por lo menos sobre el papel en blanco

Ya crucé la meta de espumillón. Una carrera asilvestrada en persecución de la lorza y los banquetes familiares clínica y cínicamente testados. Día de reyes y regalos. Miro la agenda nueva recién regalada y estrenada. Propósitos de no meter mucho la pata entre los dos patitos del 2022. La agenda que fechará el compendio de propósitos, ilusiones y obligaciones. Recordatorios de citas médicas, cumpleaños, ocurrencias y anotaciones ilegibles a vuela pluma…Un espacio en blanco que promete cruceros de placer navegando entre puentes festivos y vacaciones a semana vista. El cuadernillo de este año no lleva cuadros de distancias entre Lugo y Logroño, ni conversiones métricas de centímetros a pulgadas y todas esas rarezas y prefijos telefónicos provinciales… da igual, trae un listado de restaurantes con la incierta probabilidad que los visite lo mismo que la Rioja. El lomo de la agenda brilla como un pura sangre, relincha y enseña la dentadura que no debería tasar. Como señoro tengo apego a las agendas de papel. "La tinta más débil es más poderosa que la memoria" dice el proverbio multicultural. El caso es que la agenda tocho es más fiable que el artefacto digital. Pesa el recuerdo y reputación de las primeras agendas electrónicas que los viejenials tech abrazamos con tanta ilusión como desesperación y pérdida de datos. Las agendas modernas que se dictan en el móvil cuentan con mucho aparataje de alertas y colorines, pero siempre me arrastran a algún malentendido. Así que me planto en el dentista cuando debería asistir a una reunión o me cambia de hora la cita de la ITV. Además, lucir agenda física, aunque sólo sea en el escritorio es todo un acto de rebeldía. Tiene un punto insurgente cavernícola. Eso de esconder algo a Google tiene algo de excusa a tu madre, como cuando llegabas tarde a casa. No sé si le habrán traído muchos regalos los reyes magos. Tampoco si se los ha merecido. A pesar de la condición neotiesa tengo la sensación de vivir en navidades todo el año. Las felices fiestas de antaño eran especiales porque deparaban un espejismo de abundancia y desmelene en medio de la escasez austera y ahorrativa. Ahora estamos abonados a los langostinos todo el año, apenas hay estacionalidad, todos los días son especiales o tienen algo que celebrar, por lo menos sobre el papel en blanco, listo para rellenar en la agenda nueva de 2022.

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