Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

La tribuna

José Perez Palmis

¡Ah, los del PSOE!

PINTAN bastos las encuestas. Malos vientos corren para los sociatas. Hasta Andalucía quiebra su buena racha y los augurios dan al traste con el tradicional gobierno monocolor. Los peperos están frotándose las manos, relamiéndose de gusto, a pesar de que ya varias veces afrontaron las urnas con el viento a su favor y salieron trasquilados. Para que cada uno saque sus consecuencias le rasco a mi memoria los comicios americanos de noviembre de 1948. Al candidato demócrata, Harry S. Truman, presidente ocasional por fallecimiento de Roosevelt, los sondeos le daban más perdido que las ratas en sus deseos de llegar al cargo por méritos propios. Y lejos de amilanarse, echó pie a tierra y con trenes y autobuses no dejó de recorrer incansablemente su país, hablándoles a las gentes en un estilo llano, asequible a todos. Como fue vendedor de camisas, sabía de sobra hablar con gancho y convencer a su clientela de la bondad y gracia de sus artículos o, lo que es lo mismo, de la excelencia de su programa electoral. Y dio la sorpresa, se merendó a Dewey, el rival republicano. Casi todos los titulares decían después de su triunfo "Truman sonríe de oreja a oreja" que, dicho sea de paso, las tenía grandecitas. No quiero poner a nadie a vender blusas ni camisones, pero el síndrome del avestruz en la política como en la vida cuando asoma el peligro, sirve nada más que para el batacazo. Zapatos y calle, sencillez y cuerpo a cuerpo con los ciudadanos si alguien quiere ganárselos será la receta sencilla y barata. Al público elector le traen al pairo los follones de los partidos, sus intrigas, sus romances, sus votaciones internas, disgustos y pelea, sus alambicadas oratorias. Es más, a las preguntas de los encuestadores responde siempre poniéndose la mano en el gorro, que hasta ahí está de las trifulcas de unos y otros, y de otros contra los demás, que lo que quiere es oír hablar de sus problemas y la manera de resolvérselos. El día que los profesionales de la política obren y actúen de cara al ciudadano o ciudadana Pérez, cambiará la historia.

Al PP le ha tocado la lotería sin jugar. Sus avances preelectorales les caen por la misma chimenea que a todas las oposiciones políticas del mundo si la economía anda con muletas y el paro bate todas las marcas conocidas. En ningún país con los bolsillos apretados existen ganas de seguir gobernados por los mismos. Al cambio le llaman tabla de salvación, aunque a veces corran el riesgo de salir del trueno y meterse en el relámpago, pero que no quede por probar. Quién sabe, a lo mejor sale el sol pronto después del chaparrón. Las figuras peperas tampoco dan una a derechas. Metiéndole el dedo en el ojo a Zapatero abren y cierran sus discursos. Pocos sudores, poco ingenio, que las agencias internacionales calificadoras de riesgos con sus informes avalan a España, a los grandes peperos les da igual, que nos hundimos y los salvavidas están pinchados es su lema, y lo rematan con los músculos faciales agarrotados. Ni por descuido les sale una sonrisa o, al menos, una sombra. Sus gestos son de funeral. Acabarán en manos del fisioterapeuta para recuperar la elasticidad facial si siguen por ese camino y su retahíla de qué ha hecho el jefe del Gobierno con el futuro, a qué espera para bajar los impuestos para qué ha ido al día de la oración con Obama representando a Europa. Incapaces de presentarle una moción de censura, improvisan su oratoria facilona de desgaste y tentetieso, alarmando a diestro y siniestro, dentro y fuera de nuestras fronteras. Sus proclamas tienen mucho de con faldas y a lo loco. Tiempo de reflexión, tiempo de enmienda hay todavía y sigue viva la esperanza de escuchar piezas oratorias de muchos quilates,

Los sociatas han buscado el refugio, su último refugio en el próximo congreso extraordinario, creo que en marzo, ante los tambores y trompetas anunciadores de hecatombes electorales. Un mosaico de los congresos políticos junto al denominador común de los himnos, aplausos, fuegos fatuos, fotos, fogosidad, nombramientos, politiqueo de salón, muestra a veces una verdadera renovación, un cambio de estilo. Pero lo normal es que los partidos organizadores se miren el ombligo y que al gran público, el de los votos, le pase por encima. Las grandes asambleas les sirven a los ciudadanos si les hablan con lenguaje de vendedores de aceite o de mantas. Ahora mismo no está el horno para bollos, las calles están inundadas de parados, de buscadores de empleo, reina desasosiego; y el qué y cuándo llegarán las soluciones son ineludibles. Gaitas y mensajes abstractos o cargados de buena intención, de solidaridad etérea, vaporosa, son de nulas consecuencias. Y, sin embargo, es la hora de los líderes, de las personas capaces de moverse en el piélago de las condiciones adversas. Con valor deben dedicarles los del congreso el mínimo tiempo a las nuevas designaciones y salirles al encuentro a las penas sociales rezumando vigor, soltura y claridad. Lo mejor de todo sería cerrar los despachos y salir permanentemente a la vía pública, fajarse con los problemas de las gentes y ayudarlas a superarlos. La doctrina Truman, su directo "hola, amigo, voy a jarrarme por usted y los suyos", nadie la ha superado.

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