Ser presidente de un país debe ser una de las experiencias más duras y complicadas de la vida. Jornadas laborales que nunca terminan; tener la obligación de conocer todos los temas de su país e incluso muchos del extranjero; responder con coherencia a lo que se le pregunte; atender, de la forma más justa posible, las demandas de cada territorio; no tener privacidad alguna; estar continuamente en el punto de mira de grupos terroristas y de cualquier loco que busque su minuto de gloria; peleas continuas con la oposición...

Hay que estar muy seguro de uno mismo o, dicho de otro modo, un ego que no le quepa en el cuerpo para querer aspirar a ese tipo de puesto. Debe ser la erótica del poder, porque cualquier político moriría por ser presidente del gobierno de su país aunque no sea algo recomendable por los médicos. Basta con ver las arrugas de los presidentes cuando entran y cuando dejan el cargo, por no hablar de las canas, ojeras, etcétera. Muchos malos ratos. Habrá que ver al pipiolo Macron dentro de unos años. Posiblemente parecerá mayor que su esposa, pese a que ésta le saca bastantes años de diferencia.

Pero todo acaba y, a partir de ahí, empieza lo bueno. La vida de verdad. Sueldos vitalicios, una jubilación de ensueño y, para matar el gusanillo, a la mayoría les da por escribir libros y dar conferencias. Y la máquina de dinero sigue funcionando. Por unas memorias se pagan auténticas fortunas y por dar charlas el caché también es muy elevado. Estratosférico en función de la importancia del personaje y el peso que ha podido tener en la Historia. El último en subirse al carro ha sido el ex presidente de Estados Unidos Barack Obama, que está en Milán para participar hoy en un foro internacional sobre innovación alimentaria. Los asistentes tienen que pagar 850 euros por escucharle.

A escala local, un ex presidente experto en conferencias es Felipe González, siendo su caché uno de los más altos del circuito. Muy criticado al final de su mandato en Moncloa, ahora parece sentar cátedra en cada intervención. A Aznar ya le ha entrevistado hasta Bertín Osborne y Zapatero aparece cada vez más, aunque tímidamente. Disfrutando de ser sin ser.

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