Los portavoces del PP restan validez al reciente barómetro del CIS, en el que tan favorecido sale el PSOE, ya que por motivos de fechas no ha podido recoger la ilusión despertada por la elección de Casado. No digo que no sea así (ciertamente hay gente para todo), pero el espectacular crecimiento en la intención de voto a los socialistas tras la moción de censura, parece claro en el barómetro del presente trimestre. No sabemos si el siguiente reflejará en toda su intensidad la "enorme ilusión" por la irrupción de Casado. Lo que sí sabemos hoy es que el nuevo líder popular trae un aire nuevo. Aunque el independentismo se le adelantó, con él y su rejuvenecido equipo las fake news y los hechos alternativos irrumpen en la política nacional. Es tal el virtuosismo que demuestran en la materia que se diría que el único máster en el que Casado y su gente no ha faltado a ninguna clase (ni convalidado ninguna asignatura), sería el que bien podría haberles impartido, sobre estos nuevos fenómenos virales, el mismísimo Esteve Bannon. No sé si llegaran a conseguir que la mentira como arma política goce entre nosotros del mismo prestigio que ha alcanzado en otros lugares. Hasta no hace mucho se decía que lo único que no perdonaba el pueblo americano a sus políticos era la mentira. Ahora tiene como presidente a un mentiroso patológico. Como dice el antropólogo John Tooby, las creencias absurdas constituyen señales más efectivas de lealtad política que las razonables. Por esas arenas movedizas han iniciado los populares su nueva andadura, sin ningún complejo, siguiendo la senda de la extrema derecha emergente que pretende romper los consensos sociales y políticos que hicieron posible el modelo social europeo. Basta oír sus primeros balbuceos sobre el problema de la inmigración o sobre Cataluña para saber de qué van. El PP parece dispuesto a instrumentalizar tan graves asuntos para radicalizar su oposición al gobierno y disputar a Ciudadanos la hegemonía en la derecha.

Se puede entender que, con ánimo de intoxicar, acusen a Sánchez de tener pactos secretos con los soberanistas. Ese tipo de conjeturas, por falsas que sean, son propias de la política. Pero más les convendría reconocer que, más que acuerdos secretos con otros partidos, lo que hizo presidente a Sánchez fue que, tras la contundente sentencia de la Gürtel, nadie se podía arriesgar a que el sentido de su voto sirviese para mantener a Rajoy en la Moncloa.

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