LA canciller alemana, Angela Merkel, concretó ayer el plan de ahorro más drástico desde la posguerra mundial: 80.000 millones de euros dejarán de gastar las arcas públicas hasta 2014. El plan prevé la reducción de hasta 15.000 funcionarios, un recorte del 2,5% en el salario del resto y diversas limitaciones en el gasto social, además de nuevas tasas para el tráfico aéreo, las centrales nucleares y la banca. El flamante primer ministro británico, David Cameron, anunció también recortes "dolorosos" en el campo social, que afectarán al modo de vida de toda la población durante años. Cameron y Merkel han venido a coincidir, y con las mismas palabras, en el diagnóstico de la situación: hemos estado viviendo estos años por encima de nuestras posibilidades. Una afirmación que también es válida, tal vez con más motivos, para España y Portugal, donde ya se han aprobado medidas de ajuste radical en el gasto público, y para Francia, que todavía no tiene claro cómo afrontar la situación. Las medidas anunciadas, y las que se avecinan en los próximos meses, suponen una severa rectificación sobre las iniciativas adoptadas en momentos anteriores de la crisis. En general, las potencias más punteras de la Unión Europea habían dedicado sus esfuerzos a tratar de salir de la recesión, incentivando el crecimiento económico. Finalmente, han tenido que entender que la estabilidad fiscal y el control del déficit son más importantes para impedir la bancarrota y el colapso del sistema. La conclusión es nítida: toda Europa está llamada irrevocablemente a ajustarse el cinturón, y la situación es más grave en aquellas naciones que más tiempo han tardado en reaccionar, en general por el error de sus gobernantes o la pasividad con que han asistido al empeoramiento de sus cifras económicas, tentados por una imposible esperanza de mejora de la coyuntura internacional. La verdad, cruel, que asoma en el horizonte es que el Estado del bienestar tal como lo conocemos se encuentra en entredicho y que, por pura responsabilidad, debe ser revisado en algunos de sus aspectos para que pueda salvarse su esencia. Son malos tiempos para la Europa desarrollada.

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