Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Alemanes

Carande era guerrista, pero le hubiera gustado oír lo que dijo Felipe en el funeral de Helmut Kohl

El Tour de Francia empezó en Alemania, en Düsseldorf, y el canciller alemán Helmut Kohl recibió en su funeral honores de Estado en Francia, en Estrasburgo. Permuta de papeles entre dos países que fueron rivales en dos guerras mundiales y que encarnan ahora mismo la energía de Europa. A España la representó el Rey emérito ausente en las cuarenta velas de la democracia que él avaló traicionando los dictados de quien delegó en él la Jefatura. Al Rey emérito no debió sorprenderle la elipsis del hemiciclo porque desde sus inicios dinásticos él se vio obligado a hacer lo mismo con su padre, don Juan de Borbón, conde de Barcelona, encarnación de los ojos del Guadiana de la monarquía española. Porque Pablo Iglesias habría de saber, con sus nociones de politología, que el principal detractor de la institución monárquica se llamaba Francisco Franco Bahamonde, paisano del otro Pablo Iglesias.

Desde 1985 no gana un francés el Tour de Francia y hasta 1989 un alemán no pudo presumir de tener un país unido y fuerte. Helmut Kohl alentó el derribo del muro de Berlín, cuyos fragmentos se convirtieron en iconos del nuevo milenarismo. Al final, fue un espejismo, pero la culpa no fue de Kohl, un visionario. A Ramón Carande, que presumía de ser guerrista y germanófilo, le hubiera gustado oír lo que dijo Felipe González de Helmut Kohl. La caída del Muro de Berlín es un epílogo global al contubernio de Múnich. De Franco en Hendaya con Hitler a Felipe en Estrasburgo con el recuerdo de Helmut Kohl. Con el respaldo institucional de Juan Carlos I de España, convertido en quinto de Alemania en esta aparición, aunque ya no está para subirse a un caballo como el de Gante en Muhlberg retratado por Tiziano ni bajarse de un elefante en Botsuana con retazos de Peñafiel.

Los funerales de Helmut Kohl son una bocanada de vida para esta Europa en almoneda, continente sin contenido, apócope de sí mismo hasta en la moneda común. Felipe ha vuelto a ser Isidoro en Suresnes, porque la sensatez y el equilibrio se están convirtiendo en mensajes casi clandestinos ante tanto ruido y tanta bajeza.

El estadista es una especie en vías de extinción. Primero vinieron los burócratas, después los demagogos. Con préstamo de Larra: aquí yace media Europa, murió de la otra media.

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