América primero

Las elecciones en EEUU han demostrado que Trump no es un error ni un accidente, sino una expresión política

Aunque la moneda todavía esté en el aire y se mantiene la amenazante sombra del Tribunal Supremo, las elecciones americanas ya nos han mostrado una realidad: Trump no es un error ni un paréntesis ni un accidente; es una expresión política que, por muy extravagante que nos parezca, ha merecido el voto de casi la mitad de los ciudadanos de ese país; la mayoría de ellos reincidentes. El trumpismo, que en esencia es un primitivismo político, cargado de populismo y alimentado por la xenofobia, el racismo, la insolaridad y un infantil orgullo nacionalista ha dejado de ser solo un pintoresquismo americano para convertirse en una actitud política con vocación de permanecer y extenderse El molde que ha forjado el candidato republicano, con las variantes propias de cada caso, tenderá a mimetizarse y fortalecerse en otros estados democráticos en los que este simplismo político de puñetazo en la mesa, descaro y zafiedad cada vez llama más la atención, y a veces el entusiasmo, de algunos de sus ciudadanos. La actividad política de Donald Trump significa una seria amenaza en EE UU y en el mundo.

La democracia liberal, basada en el pluralismo, los derechos humanos, la libertad de expresión y la división de poderes es una compleja construcción cultural y política de la civilización occidental y que a pesar de su excelencia y su aceptación casi universal no deja de ser un sistema complejo y frágil que con frecuencia se ve amenazado. No es la primera vez en la historia que ha sucedido. Ante estas amenazas, bueno será, además de combatirlas ideológicamente, fortalecer el propio sistema democrático mejorando su funcionamiento, aumentando su transparencia y evitando actitudes de soberbia y lejanía y evitar que aumente el número de desencantados con las instituciones democráticas. La opacidad, el aumento de la crispación, la imposibilidad de conseguir consensos sociales, la corrupción, y el elitismo de algunos dirigentes son el abono más efectivo para que los planteamientos simples, populistas y autoritarios tengan cada vez más aceptación entre la ciudadanía. Trump es una seria llamada de atención y, sea cual sea el resultado final de estas elecciones, las democracias occidentales, España incluida, harían bien en preocuparse por mejorar su propio funcionamiento y esforzarse en merecer el aprecio y respeto de sus ciudadanos. Esta será sin duda alguna la mejor manera de combatir movimientos que animados por el trumpismo intentarán fortalecerse en otros países.

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