Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Amor, modulador de frecuencia

Sobrevivimos porque las fuerzas que nos impulsan son las mismas que mueven el Universo

La profesora de filosofía de la serie televisiva Merlí le explica a su mejor alumno que la filosofía no nos consolará del percance de haber nacido ni del sufrimiento, y que "hay que satisfacer los deseos, hay que darle al cuerpo lo que quiere, no llenarlo de conceptos que son impotentes ante la fuerza de las sensaciones; comer, beber, follar y dormir -para recuperarse- es lo que hay que hacer". Parece que esta "filosofía de vida" la viene practicando la humanidad desde antiguo, sin que nadie se la haya tenido que explicar. ¿La prueba?: ni todas las guerras ni todas las cruzadas ni todas las "soluciones finales" ni todas las enfermedades han impedido que esto esté a rebosar de gente. Pese a lo mal repartida que está la riqueza, con lo mal repartidas que están las vacunas, con una higiene percudida y con un hambre endémica, no hemos dejado de multiplicarnos. Proliferar es lo nuestro, aun en las peores condiciones. Y en cuanto se sale de una guerra o de una plaga, nos ponemos a comer y a follar como locos. Está de moda darle más importancia a los "contextos sociales" en los que nos educamos y vivimos que a los aspectos corporales y fisiológicos que nos marcan desde que nacemos. Un error. Sobrevivimos porque las fuerzas que nos impulsan son las mismas que mueven el Universo. Hasta Dante se equivocó al nombrar esa poderosa palanca que impide que nos extingamos. Él la llamó amor -un simple modulador de frecuencia de la energía reproductiva-, cuando debió llamarla sexo. Pero sí tenía claro que ese instinto de vida que nos habita, ese piloto automático de nuestro cuerpo, es capaz de mover el Sol y las otras estrellas. En la edad de los mitos -de la de ahora, no digo nada; ¡vaya usted a saber de qué son capaces los omnipotentes dioses algorítmicos!-, solo en dos ocasiones fue posible detener el sol y la luna y abrir pasadizos en el mar. Únicamente Josué y Moisés, con el beneplácito de Yahvé, lo lograron. Ni Sánchez ni Ayuso ni Moreno Bonilla parecen capaces de parar, o de encauzar, la riada de personas que, abducida por nuestro sol, nuestra cerveza y nuestra tortilla de patatas, se prepara para arrasarnos en la próxima Semana Santa. En el camino acecha la muerte. Pero los que subsistan no echarán mano de la filosofía para consolarse de haber sobrevivido, preferirán un bocadillo de calamares.

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