Hace unos días fui a ver la exposición de los proyectos finalistas (incluido el ganador, firmado por José Seguí) del concurso de ideas del Astoria en el hoy tapiado acceso del viejo cine, y mientras andaba por allí oteando se me pusieron al lado, como en la canción de No Me Pises Que Llevo Chanclas, dos tipos que olían a escuela de arquitectura a varias millas. Dieron un vistazo general al asunto y uno de ellos disparó ya a bocajarro con su primer dictamen: "Decididamente, parece que Seguí tiene una obsesión casi freudiana con el tamaño. Debería hacérselo mirar". Su compadre, con ánimo más agudo y menos polémico, replicó sin apartar la vista de las propuestas: "Sí, pero si te fijas son todos mamotretos. Parece una carrera por ver quién hace el edificio más grande". A lo que respondió el anterior: "Pero en esa carrera será más fácil competir sabiendo que te van a cambiar el Pepri, que por cierto ya no sirve para nada". Dicho esto, se fueron por donde habían venido y comenzaron a hablar de fútbol. O igual era su manera de seguir con lo mismo, vaya usted a saber. Lo cierto es que no cuesta llegar a una conclusión parecida al ver la nómina de proyectos bendecidos, especialmente el de Seguí. ¿De verdad es necesario meter ahí una altura de seis plantas? ¿Por qué tiene que pasar la intervención necesariamente por mandar el Pepri a hacer gárgaras? Sin terminar de decantarse por la idea ganadora del todo, un tanto mordiéndose la lengua, sí parece evidente que al Ayuntamiento le gusta mucho, al menos como marco para empezar a pensárselo (lo que vendría a ser una adopción abierta con cierta dosis de diplomacia). Y si hay que modificar el Pepri, pues se modifica. Y santas pascuas. Lo importante es tener de todos los caballos el más grande. Ande o no ande.

Al Ayuntamiento también le gusta que el proyecto venga avalado por Antonio Banderas, cuya entrada en juego aporta tanta proyección como garantía. Y desde luego es una buena noticia que Banderas haya aceptado hacerse cargo de la gestión del espacio escénico que incluiría el equipamiento. Pero cabe recordar que el actor ha manifestado en muchas ocasiones su deseo de abrir en Málaga un teatro escuela pequeño, discreto, con un modelo muy concreto: el Actor's Studio neoyorquino, que está instalado en una antigua iglesia. Algo a lo que el proyecto de Seguí no se parece mucho. ¿En serio hay que llenarlo todo de zonas gourmets y cosas así para completar el juguete? La evolución del cercano Mercado de la Merced no permite, que digamos, albergar muchas esperanzas de que los tiros vayan por ahí. No sé, suena todo, otra vez, a más atrezzo y menos ciudad. Nada nuevo bajo el sol.

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