Andrea frente al peligro

Que sobre las diferencias ideológicas haya admiraciones intelectuales teje el tapizde una democracia sana

Andrea Fernández no es sólo la diputada más joven del Congreso. Aunque impresionan, sus 26 años son lo de menos, porque la socialista ha demostrado, en una entrevista en El Español con Daniel Besteiro, tener mucho sentido común; y algo todavía menos común que es criterio propio; y otra cosa más insólita todavía que es el valor. Me declaro ferviente andreaófilo.

Todo, todo lo que dice no lo comparto. Por ejemplo: "Si tuviera que elegir [un referente político] sería José Luis Rodríguez Zapatero. Ha sido el mejor presidente y quien capitaneó el Gobierno que más avances sociales ha traído a España. Me gustaría parecerme a él, un político y persona excepcional que además también es de León". Lo de León sí parece indiscutible; en lo demás no tenemos tiempo de entrar. Porque la entrevista ha levantado una inmensa polvareda mediática, pero no por Zapatero, sino por el zapatazo. Andrea se ha declarado en contra de la pornografía, y no sólo eso, sino que ha reconocido que eso se encuentra detrás de muchos casos de "manadas". Además, ha subrayado el peligro de que la educación sexual de la infancia sea a través de tal escuela de machismo, violencia y trivialización. Lo demuestra una extensa bibliografía. En consecuencia, ella, consecuente, se ha reconocido "abolicionista" de la prostitución, que es una palabra muy bien usada. Trae a la mente la denuncia de una esclavitud y el imperativo ético de tomar la iniciativa.

Los partidarios de la pornografía han arremetido, con más o menos estilo o aún con menos, contra esas declaraciones en nombre de la libertad de los que hacen la pornografía y la ven, pero en ninguno de los dos extremos existe en realidad demasiada libertad, como demuestran la trata y las adicciones. Además, está el problema de los menores de edad y el fácil acceso a través de internet.

Después vienen los pragmáticos, que argumentan a favor de la pornografía con lo difícil que es prohibirla. También parece complicado acabar con los homicidios o los hurtos y la ley no ceja en el empeño de prohibirlos. Aunque apenas evite algunos, que buenos son, una prohibición nos educa a todos. Ya la polémica nos ha servido mucho. Para presentar en sociedad (política) a la nueva diputada, a la que defenderíamos a capa y espada, pero no le hace falta. La seguiremos atentamente. Nos ha recordado que el sentido común es común y que el coraje, aunque escaso, es transversal.

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