Tinta con limón

(Ani)Males fantásticos

Esto del periodismo escrito no te permite disfrutar de cómo Lorenzo y Catalina se enrocan sobre el mar

Hoy me apetece contar una anécdota que aún no sé si ver como triste o hedonista. Hace unas semanas, aprovechando días de vacaciones, andaba de vuelta a casa en torno a las 20:00, muy cerquita del mar. Entonces una sensación visual extraña me turbó y me quedé frenado en seco. "¿Qué te pasa?", me preguntó mi mujer ante la expresión que se me debió quedar. No supe qué responder hasta varios minutos después, cuando descubrí lo que realmente ocurría: mis ojos no estaban acostumbrados al color que se dibuja por la tarde-noche.

Así que una parte de la historia es bonita. Ver las cosas de siempre bajo un filtro diferente (el paseo marítimo velado bajo una especie de lila oscuro), me dejó la bendita sensación de descubrir algo muy básico a punto de llegar a la cuarentena. Y tener un nivel de maduración óptimo y no ser un niño esponja que absorbe cosas sin procesarlas es maravilloso. La otra arroja el triste poso de que en una de las horas más bonitas que tiene el día uno no entiende de más colores que ese amarillo biliar de las bombillas y el blanco apistachado de las paredes. Esto del periodismo escrito tiene la mala sombra de que se acaba de trabajar bastante tarde, y uno no puede disfrutar de cómo Lorenzo y Catalina se enrocan sobre el mar. Un problema que sucede no a diario, sino a nocturno.

Hay reflexión más allá de la anécdota. Sobre cómo nos convertimos en una especie de robot con rutinas animales durante el trabajo. Al menos, servidor, que tiene un trabajo adictivo y absorbente. Detalles tontos lo revelan. La entonación al responder una llamada amiga al teléfono o la manera de encarar la taza de café... No sé a ustedes, pero a mí de vacaciones me parece que soy una proyección de mí mismo, asistiendo a una persona que no es diferente, sino liberada. De cargas físicas y tecnológicas... Aquello me pasó de vacaciones, esto lo escribo trabajando. Y ahora mismo no sabría decir si soy el cuerpo o su proyección astral. Que es como no saber si uno trabaja para vivir o vive para trabajar. Porque creemos saberlo. Hasta que descubrimos un color nuevo y todo nuestro sistema se pone en duda.

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