Luces y sombras

Antonio Méndez

Antequera

NADIE puede decir a estas alturas que el PP no tenga la provincia de Málaga como un bastión estratégico que es necesario mantener y, en su caso, conquistar para acumular todos los objetivos posibles en la serie de elecciones que se avecinan en los dos próximos años. Está en juego la Diputación y la posibilidad de arañarle un par de escaños al PSOE para darle un vuelco a los resultados y aupar a su presidencia al dirigente popular Elías Bendodo, que sólo disfrutará de las mieles del poder si alcanza ese propósito, pero no de las hieles de la oposición si se queda en puertas.

Pero también la mayoría absoluta de Javier Arenas pasa por ese diputado andaluz número 9 por la provincia de Málaga, que en las cuentas populares abriría el camino al gran cambio en Andalucía. Desde Madrid, los demoscópicos del PP también consideran vital la hemorragia en el granero electoral andaluz, así que hay que aprovechar que no es momento para pasear a Zapatero por estas tierras y Griñán no es ahora mismo alternativa. Primero debe levantar el ánimo interno antes de intentar asumir un liderazgo que compense el perdido.

No es casualidad que Rajoy abriera el curso político de septiembre en Torrox, tampoco que repita visita en menos de un mes, con macromitin en Antequera, el centro estratégico de Andalucía en ese giro político hacia espacio de moderación ideológica iniciado por este partido hace ahora dos décadas y que le ha permitido celebrar un acto multitudinario en el interior de la provincia, territorio vedado hasta hace muy poco para la derecha por las connotaciones que suscitaba entre sus pobladores. Ha sido necesario generación y media y la siembra que pueblo a pueblo iniciaron dirigentes como Manuel Atencia, el doctor Gómez Angulo o Joaquín Ramírez. Quizá sea bueno recordarlo ahora tras la euforia de Antequera.

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