RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez Azaústre

Antonio Mercero

ESTOY un poco cansado de escuchar que Antonio Mercero es un artesano o un currante del cine. No porque la artesanía o el curro -cinematográfico o de cualquier otra índole- sean conceptos en absoluto alejados de mí, sino porque normalmente, sobre todo cuando se habla de creadores, estas denominaciones suelen utilizarse si no con un aire remotamente peyorativo, sí desde luego con un afán displicente que me resulta antipático. Porque, vamos a ver, si nos ponemos exquisitos, y hasta estupendos, artesanos han sido los grandes maestros del cine entendido como materia viva de la cultura popular. Así, artesano fue el Otto Preminger de Laura, el Michael Curtiz de Casablanca y el John Ford de Centauros del desierto, por poner tres ejemplos muy referenciales. Y, aunque casi nadie que yo conozca se atrevería a calificar a ninguno de los tres como genios del cine, muchos estaríamos de acuerdo en que nos encontramos ante tres películas geniales. En cine, claro, el adjetivo genial es más superlativo que nunca, porque se trata siempre de un trabajo colectivo. La mirada sí puede ser genial, si entendemos que el cine es la mirada: en ese caso, entonces, la mirada de Mercero no es una mirada artesanal ni currante, sino que es una mirada que roza la genialidad.

En el cine español, la palabra genio se usa con demasiada frecuencia. Genio es Almodóvar, genio es Amenábar, dicen unos pocos entendidos, pero casi nadie se acuerda de Basilio Martín Patino o de Jess Franco, que si no han sido genios sí han estado cerca de la genialidad. Me interesa la mirada de Antonio Mercero por lo que tiene de insólita en nuestro cine, porque es capaz de abarcar desde el existencialismo metafórico opresivo de José Luis López Vázquez encerrado en La cabina, hasta el relato guerracivilista preñado de autenticidad, contención emotiva y amor por la cultura en La hora de los valientes: no en vano, el gran protagonista de esta última es un cómico/heroico Gabino Diego. La mirada de Antonio Mercero, recién Goya honorífico con todo merecimiento, es además la debilidad de la enfermedad infantil en Planta cuarta, o la también pionera aproximación al mundo del alzhéimer en ¿Y tú quién eres?, dueto crepuscular entre Manuel Aleixandre y, de nuevo, José Luis López Vázquez, junto a una delicada Cristina Brondo que es la mirada joven ante el desmoronamiento del recuerdo. Evoco el capítulo más inquietante de Verano azul, el del viejo mago en su mansión sombría, un día de lluvia, sus manos temblorosas en el último truco. La mirada de Antonio Mercero, como la de Clint Eastwood o la literaria de Ernest Hemingway, tiene un gran angular para el desamparo y la ternura, para la compasión ante el dolor, para una comprensión de la fragilidad que humaniza también nuestra propia mirada. Y todo esto es el cine.

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