El sello

CRISTINA MARÍN MUÑOZ

Antropofagia Oscura

MI curiosidad por saber hasta qué punto el relato protagonista del estreno oficial en Granada el pasado martes del largometraje Caníbal, dirigido por Manuel Martín Cuenca, se basaba en hechos reales, junto a una morbosa inquietud porque finalmente esta sospecha se confirmara, me han sumergido esta semana en un laberinto de hambriento interés por conocer el origen de este personaje, íntimamente relacionado con la novela del autor cubano Humberto Arenal.

Arenal reconstruía por primera vez esta singular historia en su obra Caríbal donde el protagonista había formado su personalidad recreándose en la vida de un tenor que conoció durante el montaje de la obra de Cecilia Valdés. Nos cuenta Arenal que se trataba de un cantante lírico mulato, alto y bien parecido, muy aficionado a las mujeres. Caríbal narraba la relación del antropófago con una vecina y las extrañas contraposiciones en cuanto a sus caracteres personales, entretejiendo una urdimbre sencilla que parece dirigirnos a un final sobreentendido, pero que sin embargo, consigue sorprendernos con una sola mordida.

El canibalismo que ha sido a lo largo del tiempo y del mundo, de los años y los libros un tema latente en algunas culturas, recobra plena presencia en la imaginación del público a través de la película protagonizada por Antonio de la Torre. Y es que el tema antropofágico ha recibido en muchas ocasiones atención informativa así como amplias coberturas literarias y subliterarias, cinematográficas y televisivas.

El canibalismo sigue suscitando una curiosidad insaciable. Apartado ya del camino del hombre moderno, se ha quedado de forma residual en la frontera cultural del hombre y la bestia, como un tabú consistente pero que puede quebrarse en cualquier momento, pues si bien pudo haber canibalismo en las etapas formativas de la humanidad, fue siempre ayer cuando se dio el penúltimo acto de canibalismo. En la película podemos ilustrarnos con un claro ejemplo.

Yo prefiero utilizar este caso de antropofagia oscura para redescubrir la metáfora sobre la insignificancia de lo que aparentamos comparado con la enorme realidad, a veces desagradable y antinatural, que tapa la fachada del buen mirar, del estar y aparentar ser normal. De esa hipócrita forma se han construido castillos de naipes insolventes, pero aparentes. Se han cosido, como el sastre que es el protagonista, con hilvanes y pespuntes poco atados, ilusiones para cumplir con un buen eco en el paraíso idílico del que "no digan de mí". Es una oda crítica a la mentira, a la falsa costumbre social de aparentar más que ser uno mismo.

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