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Hoy casi todos los políticos sólo se detienen a memorizar y subrayar las frases que los asesores han preparado

De las intervenciones parlamentarias cada vez resulta más difícil extraer ideas que puedan servir de apoyo a la opinión pública para argumentar y deliberar sobre las cuestiones palpitantes (como le gustaba llamarlas a Pardo Bazán). El Congreso y el Senado han dejado de ser ámbitos de discusiones razonadas. Éstas han sido sustituidas por otra cosa. Para comprobarlo basta volver a leer, con nostalgia, aquellos discursos de los pasados años treinta, de Azaña o de Ortega, a los que -según cuentan- dedicaron, preparándolos, muchas horas, revisiones y consultas. Por eso, por ejemplo, respecto a la cuestión catalana, tanto tiempo después de haber sido escritos, aquellos textos mantienen la misma clarividencia y actualidad. Todo lo que dijeron fue precedido de arduas reflexiones y ninguno de los dos, hubiera aceptado que otra pluma les insinuara o dictara las palabras adecuadas. Hoy, por lo que parece, casi todos los políticos, con mando en plaza, sólo se detienen a memorizar y subrayar, en rojo, las frases que otros (los asesores) han preparado como consignas llamativas. La institución del Parlamento ha dejado, pues, de ser escuela de pedagogía y el ciudadano que, en la calle, desconcertado, quiere saber algo más de las cuestiones políticas candentes no le queda otro remedio que buscar otras fuentes. Pero, por fortuna, esas fuentes están ahí. Como si se tratara de un curioso sistema compensación, a mayor carencia de argumentos en los debates de la alta política, mejores libros hay publicados para llenar ese vacío. Leerlos exigen esfuerzo, pero así se crea una sociedad civil dotada de opinión propia. E insistiendo, una vez más, en la cuestión catalana, problema básico de la vida española, pocos argumentos razonados cabe esperar de un oportunista gobierno que depende de los independentistas para atarse al poder, y muchos menos de unos separatistas que viven de manipular las falsas ilusiones de los suyos. Por tanto, la solución está en acudir a las librerías donde aguardan títulos capaces de alimentar con razones y argumentos a una opinión pública ansiosa de clarificaciones. Para comprender los matices y las trampas que yacen tras los confusos conceptos de patriotismo y nacionalismo no hay mejor remedio que leer a Martha Nussbaum, con títulos tan abiertos a la reflexión como Los límites del patriotismo y La tradición cosmopolita. Aunque si quieren una obra sintética que responda a las grandes preguntas directas de la calle, acudan al libro Por amor a la patria de Maurizio Viroli.

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