La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Asesores fiscales

DURANTE mi ejercicio de la abogacía centrado fundamentalmente en el Derecho Mercantil, jamás superé mi instintivo rechazo, ya fuera por incapacidad mental o por una irrefrenable antipatía hacia la ciencia de la tributación fiscal, no obstante su estrecha conexión con aquél. Pero también es posible que mi disgusto hacia tal disciplina trajera su causa de su parentesco con las matemáticas, materia para cuyo estudio no estaba ni estoy yo dotado en absoluto, aún reconociendo que a un profesional liberal se le supone, como mínimo, caletre para realizar las cuatro operaciones, aunque fuera con el auxilio de las calculadoras portátiles. Y para más inri, pese a la muy larga distancia que me separa de la niñez y adolescencia, no olvido que esa deficiencia natural estaba agravada por el terror que me provocaban los maestros de las llamadas ciencias exactas, a pesar de que casi todos eran buena gente, tanto, que sospecho que, por mis buenas calificaciones en las asignaturas humanísticas, me aumentaban la nota en los exámenes para no pulverizar mi promedio general.

Afortunadamente, hace tiempo que existen los asesores fiscales, profesionales amparadores de los que, como este servidor, sufren serias inhabilidades aritméticas, lo que explica mi marcada tendencia a consultarles anualmente sobre la declaración de renta, sea propia o de mis confiados clientes.

Sin embargo, y por considerarlos esenciales, creo importante alertar a tales especialistas tributarios, atendido el suceso recientemente ocurrido en Alemania y sobre el que nos puso en alerta Juan Gómez, corresponsal de El País. Según relata, hace unos meses, cuatro maduros jubilados germanos, que habían perdido sus ahorros por la crisis, decidieron recuperarlos secuestrando a su asesor financiero, a quien inmovilizaron con cinta adhesiva, lo metieron en una caja y trasladaron a 500 Km. de su domicilio, advirtiéndole que sólo lo liberarían, si les transfería 2 millones y medio de euros. El asesor obedeció y envió un fax a su banco suizo pidiendo los fondos, pero deslizando un SOS que los secuestradores no advirtieron. La policía logró rescatarlo muy pronto y los jubilados cumplen hoy serias condenas por su delito.

Si esto ocurre entre alemanes, con fama de serios y cumplidores, en la España de los Gürtel, los Matas, los Alhaurines y tantos otros, parece prudente recomendar a los asesores fiscales que limiten su ejercicio a contactos telefónicos; pero si es indispensable sostener una entrevista, les aconsejo comunicarla previa y detalladamente al juzgado de don Baltasar Garzón.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios