Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Atasco

EL Gobierno se ha vuelto a atascar. Ahora con las pensiones. Lo mejor que podría haber hecho Zapatero, una vez dado el paso al frente de las pensiones (pinzándose la nariz o guardándose la cartera) es soportar estoicamente el diluvio de protestas. Aguantar las consecuencias de las acciones de gobierno es la obligación de cualquier partido o político que esté en el poder. Lo que no es decente es dudar o escurrir el bulto. En pocos días, en vez de una polémica, el Gobierno ha organizado un chorro. Primero, la de la jubilación a los 67; luego la polémica del "matiz" a la baja, que nadie ha creído; a continuación la del aumento de los años de cotización mínimos de 15 a 25; y ayer mismo la rectificación de la anterior. ¿Mañana? ¿Quién sabe? A este paso los periódicos vamos a tener titulares alternativos sobre el aumento hasta que nos jubilemos (con pensión o sin ella). Materia hay de sobra.

Yo espero con ansiedad, por ejemplo, saber cuáles son las profesiones que por su dureza admiten excepciones a los 67 años. La dureza de una profesión es un asunto vidrioso y desgarrador. Yo, como periodista, ya tengo preparadas mis alegaciones para que el Gobierno declare mi profesión de alto riesgo vascular y, en consecuencia, digna de jubilación a los 65. Supongo que, salvo la monjas de clausura, el resto de profesionales preparan las suyas, todas muy razonables.

Al Gobierno no le deben inquietar a estas alturas las pérdidas electorales que puedan provocar sus decisiones más impopulares. Los cuatro millones de desempleados tienen más capacidad de influencia sobre el voto que cualquier propuesta correctora por antipática que sea. A lo hecho pecho. Pero es que además adoptar una solución, por rocosa que sea, y defenderla como se pueda, es más beneficioso que plantear cinco o seis, como ha ocurrido con las pensiones: variaciones sobre un mismo tema. A estas alturas, repito, es más inteligente planear una salida y afrontar las consecuencias que introducir cada día una rebaja, un matiz o una tonalidad diferente.

Hoy, por ejemplo, todo el mundo está escamadísimo pensado en su jubilación, pero nadie sabe a ciencia cierta cuál es la propuesta del Gobierno, ya sea para bien o para mal. Y es esa constancia en la contradicción, mientras la derecha financiera golpea los flancos del Gobierno con el látigo de las cifras macroeconómicas, la que resta credibilidad, confunde y desorienta a los aspirantes a futuros jubilados que somos todos, cada uno a su tiempo y con su capazo de cotizaciones. Además, los titubeos son una prueba aplastante de debilidad y los tiempos no están para muchas dudas.

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