Adoro la ciencia ficción, es mi género favorito. En más de una ocasión he tenido que escuchar, con torpe soberbia, comentarios despectivos hacia ella. "Prefiero las novelas históricas, los temas políticos, la novela negra", sostienen. Ignorando cómo esos elementos de los que presumen con ínfulas y esnobismo vertebran las grandes tramas fantásticas. Pero es justamente eso, una cuestión de ignorancia, y la ignorancia solo cabe en mentes estrechas y está vetada en los libros.

Me han recomendado ver Patria y La Línea invisible para entender cuestiones que pasan en esta actualidad pandémica. Y sin embargo, a mí cada vez me conecta más con La Historia Interminable. Porque noto cómo la nada avanza inexorablemente en el ambiente. Conversaciones pesimistas, ánimos rendidos, apatía a discreción. De pequeño, cuando aún no se ha desbocado el pensamiento abstracto, cuando necesitas que las palabras sean lo más tangibles posibles, recuerdo no descifrar bien el concepto de la nada. Para mí era, sin más, una suerte de tormenta, la representación del mal. Ahora la veo dibujada con claridad en este 2020. La nada como la suma de cosas que han dejado de ser algo. Un monstruo invisible cuyas armas y células emanan de cada persona que renuncia a lucha. La porfía que ha decidido no salir de la cama y seguir en pijama. El negacionismo de las sonrisas. Un ser pavoroso porque se alimenta de la rendición de la gente que aportaba luz a nuestro día a día.

Así se apaga Fantasía, con nuestra pérdida de humanidad. Y con esa preciosa paradoja del libro de Michael Ende, doy un tortazo a quienes tildan de superfluos los cuentos fantásticos y alejados de la realidad. Y les recuerdo las Morlas que se han abandonado a la desesperanza cuando más vida y falta de alergia a la juventud hay que propagar. Y por cada Artax que se ha ahogado en los pantanos de este 2020, ha habido un Atreyu tirando de él (y que levante la mano quién no ha sido uno de esos personajes estos meses o incluso los dos en distintas etapas).

Todos somos protagonistas de este cuento. Pero a muchos les sucede como a Bastian, que tienen un padre que les exhorta a no levantar los pies del suelo. Y les prohíben viajar por la Historia Interminable para dejarlos anclados en el cuento de todos los días.

Y no cerraré este artículo con un final artificial de Disney alejado de todo el mal que estamos viviendo. No será ese "nunca te rindas y la buena suerte te encontrará" de Fujur, sino una frase de la Emperatriz Infantil: "Los comienzos son siempre oscuros". Habrá que darle un nuevo nombre a 2020. Aunque sea para evitar que Artax siga ahogándose en nuestras conciencias.

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