La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Austeridad probada

EL periodista está siempre expuesto a la crítica, ya que es propio de su oficio dar información acerca de personas o acontecimientos para crear opinión entre los lectores. Pero también ocurre que sea el periodista el que sufra el varapalo, y si este último es errado o injusto, aquél puede y debe defender su prestigio y su honor. Recientemente, algunos de los actuales componentes del Consejo Audiovisual de Andalucía han sido víctimas de comentarios muy negativos, y que, al menos en un caso que conozco, pueden ser producto, quiero suponer, de testimonios equivocados o generalizadores.

Aquí me referiré concretamente a lo ocurrido con Carmen Morillo, actual consejera del mencionado Consejo Audiovisual de Andalucía, y a quien se le acusa de utilización indebida del coche oficial en sus desplazamientos, así como de abuso en comidas y consumos.

Me parece indignante que alguien pueda sostener, sea en un libelo, sea en un artículo periodístico, una afirmación semejante que, tratándose de Morillo, resulta inexacta y hasta me atrevería a calificar de engañosa. Porque es de todos sabido el carácter extremadamente riguroso y estricto de esta profesional, abstemia y naturista, cuya frugalidad y templanza es por todos archiconocida. Y en lo referente a medios de transporte, es público y notorio que en sus desplazamientos utiliza el tren o el autobús.

Es curioso que en este caso se impute a una profesional intachable de percibir viáticos injustificados por gastos inexistentes. Es el reverso de la actividad del publicista que, como adelanté, en la mayoría de los casos es quien denuncia al infractor cuando se trata de autorizar expensas institucionales. Tiendo a barruntar, pues, que tales reproches provienen de alguna fuente que ha sufrido en su día algún vapuleo por parte de Morillo periodista, cuya pluma es valorada por su agudeza, pero también por su honestidad.

Termino afirmando que el tema viene de antiguo. Ya en las postrimerías del XIX, un irónico Oscar Wilde sostenía que "el público tiene una insaciable curiosidad por saberlo todo. Excepto lo que vale la pena saber. El periodismo, consciente de lo anterior y con hábitos de comerciante, satisface sus exigencias". Y agregaba que "los modernos periodistas siempre se disculpan privadamente ante uno, por lo que hayan escrito en contra de uno en público". En el caso de Carmen Morillo, más de alguno, si es decente, deberá pedirle excusas.

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