P UES sí, Granada ha tenido que esperar lo suyo, pero el AVE sale ya del especulativo terreno de las promesas para convertirse en una realidad material, lo que también tendrá consecuencias felices en Málaga. Eso sí, tras la ventaja antequerana habrá que esperar hasta finales de septiembre para viajar en alta velocidad a Granada desde la capital en trenes Avant, lo que, aunque prolongará un tanto el tiempo a invertir en los trayectos, invita a esperar tarifas al alcance de la mayoría de los bolsillos; o, al menos, competitivas para que el coche deje de ser la opción preferente a la hora de hacer un viaje que muchos completan con frecuencia, incluso a diario, en poco más de una hora. Sería deseable que especialmente en estas distancias Renfe impulsara una política de precios más razonable, dado que además no hay alternativas a la alta velocidad. Y es que seguramente el principal problema relativo al tren en España, además de la infinita paciencia que han reclamado y siguen reclamando conexiones que tendrían garantizada una afluencia notable, es que se trata de un servicio caro. Muy caro. Al menos si lo comparamos con el TVG francés, en el que no es difícil encontrar billetes de Lyon a París (una distancia similar a la que separa Málaga de Madrid) por menos de treinta euros y con una frecuencia horaria que ofrece múltiples opciones al viajero. Dado el monopolio, la sociedad española ha aceptado el precio de desplazarse en tren en España con estoica resignación, pero con lo mucho que ha habido que esperar sería una lástima que el Avant que conectará Málaga y Granada no compense y haga inclinarse a muchos a coger el coche. Cuando se habla a menudo, todavía, de la revolución que significó el AVE a Madrid por cuanto permitió a muchos acudir a la capital y regresar el mismo día, cabría matizar que en ese muchos caben las empresas y particulares que pueden permitírselo. Las revoluciones, al cabo, corresponden a quienes alcanzan a asumir los gastos.

Mientras tanto, sería deseable además que el AVE favoreciese un vínculo amplio y duradero con Granada y por extensión con la Andalucía Oriental, donde las comunicaciones son todavía, ciertamente, mejorables. Mientras Málaga y Sevilla se miran mutuamente en clave competitiva, nuestra ciudad se interpreta como un modelo de crecimiento y como un referente para Granada, Almería y otros municipios que tanto en lo económico como en lo cultural podrían aportar mucho a Málaga, y viceversa, si se establecieran las sinergias adecuadas. En clave turística, un eje Málaga-Granada ofrece las dosis de patrimonio, museos, playas, ocio y demás ingredientes que, supongo, buscan la mayoría de los guiris, y una conexión en alta velocidad entre las dos capitales debería proveer de un rendimiento ad hoc. Pero tampoco hay que perder de vista la candidatura de Granada a la Capitalidad Europea de la Cultura en 2031. Así que a bordo y manos a la obra.

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