Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Ayuso, de cabeza al 155

No quiere ser un circulito inscrito en la circunferencia de España: ella la circunferencia, España el circulito

Las almas más libres terminan sufriendo persecución y castigo. Recordemos a Juana de Arco, a Miguel Servet o a Giordano Bruno quemados en la hoguera por enfrentarse al poder omnímodo. Y cómo olvidar la chamusquina que el nacionalista periférico Puigdemont sufrió, lacerado por las llamas del ridículo. Innúmeras las ocasiones en las que la independentista madrileña Ayuso, con gran arrojo, armada solo de una pinta de cerveza, ha desafiado al estado opresor. No sé si la dejarán cumplir su promesa de que Madrid no se apaga. Es el último misil que la presidenta ha lanzado contra el plan de ahorro energético de Sánchez, el Che Guevara de la Moncloa. Sus detractores argumentarán que si consigue extraer la Comunidad de Madrid del Estado Central, o sea, sorberle al huevo de España la nutritiva yema, tirando cáscara y clara, el país se va a vaciar. Porque muchos, ligeros de equipaje, nos exiliaríamos al paraíso perdido mesetario. Yo empecé a sentirme un poco madrileño cuando servía a la patria como marinero 2ª en una dependencia de la Armada que había en la plaza de Emilio Castelar. Era el cosario y el cartero. No tripulé fragatas en el Retiro, pero sí la vespa sin frenos de mi unidad. Con ella, bicheé por la capital, atendí a los encargos extraoficiales de mis almirantes (7 almirantes para dos marineritos, ¡buena ratio!) y tuve la suerte de que se me apareciera Fraga en un semáforo, en el asiento trasero de su dodge oficial, hurgándose en la nariz, lo que me ha permitido, desde entonces, contemplar a los políticos como seres humanos, sujetos a los tics y pruritos de cualquiera de nosotros. Madrileño me sentí, también, cuando jubilado, la Tesorería General de la Seguridad Social, con sede en Madrid, empezó a pagarme mi pensión, y no la Junta de Andalucía que, con su socialdemocracia de guardarropía, ha alimentado la idea de que las autonomías para lo único que sirven es para acercar, no el poder a los contribuyentes, sino la corrupción, sin lograr eliminar las tensiones centrífugas de vascos, catalanes y gallegos. Ayuso, está convencida, al igual que Juan de la Cruz cuando corona el Monte Carmelo, de que en España: "Ya no hay camino para ella, porque para el justo no hay ley; Él para sí se es ley". Por ideas como esta, el místico acabó en una celda toledana, y a Ayuso me la achicharrarán con el artículo 155.

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