Málaga puede perderse. No son las despedidas de soltero indecorosas ni ese principio físico por el que las terrazas de bares y restaurantes emulan a los gases y tienden a ocupar todo el espacio posible. Es la ausencia de un plan. De un mínimo orden de batalla. De un límite infranqueable que permita conciliar el sueño a partir de cierta hora. Un deseo básico compartido hasta por esos seguidores de la Vans BMX Pro Cup. Por esos 300 noctámbulos que la noche del sábado cerraron filas para recibir a las fuerzas de ese nuevo Jerjes que ansiaba con dominarlos y montaron una trifulca por medio centro histórico. Es la falta de orden lo que convertirá la aparente inicial victoria en su más definitiva derrota, arrojando a los moradores de centenares de viviendas turísticas a las profundidades del averno después de que ellos hayan expulsado al inframundo a sus iniciales moradores.
¿Quiénes son ellos, ¡oh dioses!, que osaron invadir nuestro sagrado suelo patrio y conminarnos a rendirnos sin luchar? Aunque en el callejero indicase la Plaza de San Francisco, ¡aquello era Esparta! Carecíamos de marchas solemnes que adornasen nuestra gesta al son de liras y cornetas, pero el ancestral grito de ¡del barco de Chanquete, no nos moverán! hizo las veces. A fin de cuentas, quiénes eran unas decenas de municipales para instarnos a retirarnos en silencio, dejando de dar la monserga a esos impertinentes intrusos que a las dos de la madrugada pretendían dormir. Las callejuelas que desembocan en esta plazuela fueron Termópilas en las que resistir frente a ejércitos enteros de policías. ¡Aquí es donde nosotros les contuvimos! ¡Aquí es donde nosotros luchamos! ¡Y aquí es donde ellos murieron (de sueño)! Tienes muchos vecinos, alcalde, pero pocos guerreros. Aquí bebimos nosotros y se desvelaron ellos. Gritamos y maldecimos. Sembramos un caos monumental, como valientes aficionados deseosos de cumplir nuestro cometido. ¡Vecinos, dormid la siesta bien, porque cada noche dormiréis en el infierno! Una nueva era ha comenzado. Una era de libertad.
Ve y esparce la palabra. Dejemos que cada uno de nuestros posibles visitantes sepa esta verdad, para que cada hombre busque su propia alma en la noche oscura del Mediterráneo. Cuéntales nuestra historia. Que cada griego, inglés, estudiante de español o erasmus sepa lo que sucedió aquí. Tienes una gran historia que contar. Tienes una gesta que revivir.
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