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Es necesario reglamentar las nuevas pautas de comportamiento que la sociedad demanda cada día

Ese es el tiempo exacto que ha determinado la ciencia de la estadística. Pizca a arriba, pecha abajo, según el caso. Usted mismo puede comprobarlo, Sr. Panfilito. Ni test de antígenos ni PCR que valga. Piénselo durante un momento y luego me dice que no es cierto. Dos horas y treinta y cuatro minutos es el periodo medio durante el que la observación sistemática de las costumbres navideñas ha determinado que hay que mantener la distancia ante cualquier contacto para estar seguro de que no corremos otro riesgo que no sea el de uno no deseado.

Recuerde sus últimas salidas y verá como tiene toda la lógica que puede tener algo en esta nueva normalidad. Y es que, coincidirá conmigo, desde que apareció esto de la COVID, la prudencia ha hecho que cambiemos nuestros hábitos al saludarnos, tornando el tradicional apretón de manos por lanzarnos un directo a la base del estómago, que los más osados responden con otro idéntico y los de naturaleza fajadora, protegiéndose el costado con el codo. Claro que, si su condición es de una espiritualidad cuasi asiática, también puede realizar una reverencia cuyo único límite será el nivel de articulación que mantenga su espalda a los años. Nada ha hecho más por nuestro bienestar físico o emocional que esta pandemia. Pero claro, me dirá usted ¿qué tiene todo esto que ver con la comprobación de la que me habla? Y más aún, con la precisión con la que se enuncian esa dos horas y pico.

Pues es evidente, querido amigo. Lo que ha demostrado el sesudo estudio es que, pasado ese tiempo, las medidas de distanciamiento pueden descartarse, como de hecho ocurre. Y es que, según se ha observado, en más del noventa y nueve por ciento de los casos estudiados, las reuniones que se prolongan más de dos horas cambian el oppercut de bienvenida por un apretón de manos en la despedida. Y no le digo ya si, como ocurre en estas fechas, el encuentro se acompaña de viandas y licores, en cuyo caso, los abrazos y besos, proporcionales a la ingesta practicada, parecen indicar que no hubiera un mañana pos-COVID. Por eso es necesario reglamentar las nuevas pautas de comportamiento que la sociedad demanda cada día. Pautas establecidas en la confianza de que las nuevas variantes de coronavirus lo harán menos letal y la ciencia de la estadística. Como demostró en su día una no bien valorada tesis doctoral, la única ciencia capaz de relacionar dos hechos inconexos.

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