La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Bailando en la oscuridad

Astaire baila en una fachada del barrio de San Lorenzo de Roma alumbrando un poco este tiempo oscuro

Todo se trenza. Ayer la armónica que invitaba a Woody Allen a confiar en la bondad de los demás y la de un vecino de Vigo. Hoy Fred Astaire y Roma. ¿Qué les une? En mi caso, mucho. Y en el oscuro momento presente, también.

Permítanme empezar por mis recuerdos romanos de Astaire. Un cálido junio de 1980 asistí en un pequeño cine club del barrio de Parioli a un ciclo dedicado a las películas que Fred Astaire rodó para RKO. Las proyecciones terminaban tarde y era de verse la cara de felicidad de los asistentes cuando se encendía la luz y salíamos a la calle tarareando las canciones, si no casi bailando. No hacía mucho había asistido a la grabación de la banda sonora de La città delle donne en un estudio de la Nomentana. Fellini en la cabina, Nicola Piovani dirigiendo, los músicos en la sala ante la pantalla para sincronizar la grabación. En un momento único se interpretó Let's Face the Music and Dance de Siguiendo la flota, que se incluía en la película porque Fellini era un entusiasta de Astaire (recuerden su Ginger y Fred). En la cabina il maestro daba algunos pasos de baile bromeando. Y en Roma vivía mi admirado y recordado Tullio Kezich, uno de los mejores críticos cinematográficos europeos, que desde luego sentía pasión por Fellini -fue el más grande fellinólogo- pero también por John Ford (cuya foto dedicada presidía su mesa de trabajo) y por Fred Astaire cuando la intelligentsia los despreciaba. Tras el fallecimiento de Astaire en 1987 Kezich le dedicó una memorable necrológica en el diario La Repubblica" que terminaba así: "Qué gris, qué triste habría sido el siglo XX sin Fred Astaire bailando Cheek to Cheek". ¿Exageraba? No. En Roma se ha demostrado.

En el negro presente de la crisis Astaire y Roma se han unido porque en el romano barrio de San Lorenzo alguien ha tenido la buena idea de animar a sus enclaustrados vecinos proyectando sobre la fachada de un bloque de pisos la secuencia de Sombrero de copa en la que Astaire y Rogers bailan Cheek to Cheek. La proyección, de gran tamaño, abarcaba varias ventanas abiertas; a través de una de ellas se veía a una pareja bailando. Búsquenlo en las redes (Beautiful Moment Italian Couple Dance to Fred Astaire's Cheek to Cheek). Tenía razón Kezich: en Roma, siquiera por un instante, Astaire ha iluminado este tiempo negro. No debe ser casual que uno de sus grandes números fuera Bailando en la oscuridad.

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