Nunca llueve a gusto de todos y menos aun cuando lo hace como este fin de semana. El Marqués de Larios, que era un tipo tan listo que convirtió una actuación pública de regeneración urbana en una operación inmobiliaria privada, lo sabía. Por eso le debía importar un bledo dónde le erigiesen la estatua mientras que lo hiciesen sobre un pedestal de la altura adecuada. Mojarse los pies sólo resulta agradable a la orilla de la mar. A seiscientos metros tierra adentro, en la Carretera de Cádiz, cuando el agua te llega hasta las rodillas, el chapoteo deja de ser molesto y se convierte en un problema. Ahogarse no es propio de la nobleza y en esta ciudad, donde siempre ha habido clases, se desconoce qué clases de alcantarillas tenemos.

El 2016 se despide con una inundación que ha convertido las calles en una piscina más grande que el la que formó las lluvias que en 2014 sucedieron a las de 2012. En Málaga, las inundaciones son cíclicas como los planes para prevenirlas. El Ayuntamiento anunció el impulso de uno nuevo en 2015, que a la vista de los resultados, no debió ser muy grande. Las fotografías tomadas esté fin de semana en la barriada de Dos Hermanas sólo se diferencian de las de 1989 en las matrículas de los coches y el tamaño de los árboles. Mucho les ha llovido a éstos desde que el primer ayuntamiento democrático se encontrara una ciudad edificada sobre el campo, sin mayores aliviaderos que la escorrentía natural del agua por unas calzadas mal asfaltadas; y poco fue lo que le lucieron las obras de infraestructuras a aquellos munícipes empeñados en enterrar millones de pesetas para evitar que la ciudad desapareciera bajo el agua.

Una de las áreas de aplicación de los fondos Feder 2014-2020 con los que Europa pretende impulsar el desarrollo urbano sostenible de sus regiones es la "Gestión y prevención de riesgos", entre ellos, el de las inundaciones. Desde 1994, el eje de las actuaciones en Málaga ha sido la rehabilitación de su centro, que luce mucho mejor que entonces. La calle Larios ha sido enlosada con el mejor de los travertinos posibles y la reordenación de la Alameda ha convertido el cambio de ubicación de la estatua del marqués en uno de esos problemas absurdos que tanto nos gustan. Tal vez su ubicación ideal sea junto a la gasolinera Alaska. Quizás así se acometa la renovación del saneamiento del distrito. Sólo es cuestión de poner los pies en el suelo.

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