Diccionario de campaña

Baños del Carmen. Rebaños del Carmen

A veces en los Baños del Carmen se tiene la sensación de que no pasa el tiempo; y que en 2019 las cosas son como en 2008 o en 1997 o en 1986

Baños del Carmen. Enclave encantador de Málaga, a orillas del Mar de Alborán, expuesto al oleaje y a la desidia. Ambos fenómenos han causado daños importantes allí. A veces, al atardecer, las columnas pueden hacer pensar en la belleza del Templo de Apolo en el Cabo Sunion, pero sólo es un efecto óptico provocado por el encanto de los colores crepusculares: aquello está, en román paladino, hecho una mierda. El oleaje ha provocado daños en el muro y la playa; y la desidia ha causado destrozos irreparables en todo el viejo Balneario de los veinte.

A veces en los Baños del Carmen se tiene la sensación de que no pasa el tiempo; y que en 2019 las cosas son como en 2008 o en 1997 o en 1986. Después se repara en que efectivamente las cosas son como en 2008 o en 1997 o en 1986. Atrapado en un vórtice temporal, se mantiene igual con una ligera pátina de decadencia constante. En los Baños del Carmen puede parecer que Franco aún no ha muerto, que los teléfonos aún no empiezan por 952, y que el Madrid se quedó en la sexta Copa de Europa con gol de Amancio en Heysel. Los Baños del Carmen parecen condenados, quizá por haberse construido en la antigua Torre de San Telmo, un asentamiento del Neolítico que se extendía hacia el promontorio de la retaguardia.

No siempre se trata de un alcalde ineficaz, que también. Como sostiene Moises Naïm en El Fin del Poder, éste se ha atomizado en micropoderes a menudo más inquietantes que los viejos poderes mastodónticos. Un cóctel de algún que otro vecino oportunista, algún ingeniero de ideas peregrinas, algún concejal de la vieja izquierda obsesionado con ver especulación en todas partes, alguna arquitecta hábilmente manipulada… se ha bastado para abonar el fracaso. Todo ello sumado, claro está, a Ayuntamiento, Junta y Costas, con sus corralitos competenciales, para bloquear la regeneración de ese lugar donde la decadencia no es un estilo, sino un desastre, y además bajo sospechas de venalidad. El lugar es un símbolo, pero no de la Belle Époque, sino de esta Fea Historia.

Rebaños del Carmen: Gente que aún se cree las promesas de los vendehúmos o las milongas de quienes, como cabestros, pastorean su ingenuidad.

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