El triciclo

javier Cintora

Baños del Carmen

LA regeneración de los Baños del Carmen se ha convertido en el eterno proyecto pendiente de esta ciudad. Dos décadas después de que oficialmente se allanara el camino para rehabilitar uno de los espacios más singulares de la capital, la actuación sigue anclada en el dique seco. Veinte años de palabrería política, de presentación de proyectos para colgarse medallas, de promesas. Todo lo relacionado con los Baños del Carmen se ha convertido lastimosamente en un icono del absurdo pese a que en 2006 el Gobierno dio luz verde a una actuación tasada en unos 13 millones. Atrás quedaron los largos años para los vecinos en los que el espacio se convirtió en un nido de okupas, mendicidad y delincuencia. Tras casi dos años soportando esta bochornosa situación, la Policía desalojaba el campamento para limpiar y garantizar la seguridad del paraje, después de que los concesionarios privados argumentaran que no tenían medios para higienizar la zona. Después se sucedieron los proyectos, el de Moreno Peralta, el de la plataforma en defensa de los Baños del Carmen firmado por Lorena Garzarán… Todos excelentes hasta que se leía la letra pequeña. Tanto que Urbanismo frenó la tramitación del hotel y eludió impulsar la modificación del PGOU. Ahora Costas plantea el rescate de la concesión si los privados no aceptan sus propuestas. En el caso que se materializara esta opción sería el Ayuntamiento el que se hiciera con la explotación adjudicándola, eso sí, a un tercero. Después de tantos años a lo mejor es la solución, pero el problema es que se ha escrito tanto sobre este asunto que ya nadie se cree qué va a pasar con los Baños ni cuál es la major solución. Hace ya casi un siglo que el Balneario de los Baños del Carmen abrió sus puertas y con él su época de esplendor. Hasta la mitad del siglo pasado, el recinto fue uno de los espacios con mayor encanto de la ciudad. Hoy el bosque de eucaliptos, los grafitis, las casetas para los bañistas ahora tapiadas para impedir el asentamiento de nuevos okupas o los bancos adornados con motivos geométricos son la mejor prueba de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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