Con el inicio del juicio por los papeles de Bárcenas vuelve a primera línea informativa la corrupción en el partido popular. Para sus actuales dirigentes son cosas que ocurrieron hace mucho tiempo. Pero la línea entre el pasado y el presente no siempre es distinguible en política. La sentencia sobre el Caso Gürtel dio pie al voto de censura a Rajoy que puso fin al gobierno popular. El pasado volvió para cambiarlo todo. Casi un cuarto de siglo antes, algunos casos de corrupción resultaron un fardo demasiado pesado para un PSOE desgastado. El PP renovado y liderado por un grupo de jóvenes y vigorosos dirigentes, a cuyo lado los socialistas parecían cansados y envejecidos, prometieron acabar con la corrupción e iniciar una nueva transición. Solo les faltó decir que en España volvería a amanecer. Hoy sabemos que, más que poner fin a la corrupción, afilaban sus cuchillos para descuartizar a sus adversarios. Quería decir para deslegitimarlos y destruirlos moralmente. Probablemente, ese fue el momento que en nuestro país los adversarios políticos se convirtieron en enemigos, como hoy bien sabemos. Aquello acabó con lo que quedaba del espíritu de la transición.

Lo verdaderamente escandaloso es que al mismo tiempo que ejercían de ángeles exterminadores contra la corrupción del PSOE, los populares se financiaba ilegalmente desde mucho antes de que apareciera Filesa: hoy sabemos que "Desde 1982 existió institucionalizado un sistema de financiación del PP con percepciones en b". Por todo ello, cuando dicen los nuevos dirigentes del PP que son cosas del pasado, quizás convendría preguntarles a qué pasado se refieren ya que su partido se financia ilegalmente incluso desde antes de nacer: cambiaron las siglas a final de los ochenta, lo que era AP pasó a llamarse PP, cambió la edad de sus dirigentes, pero no el mismo viejo sistema corrupto de financiación. Eso es algo que lleva esa organización pegado a la piel. Probablemente, si Rajoy hubiese dimitido por los casos de corrupción ocurridos bajo su mandato, como presidente de su partido, hoy las cosas se verían de otra forma y la moción de censura no se habría producido. Todo sería distinto. Pero para Rajoy -como toda aquella generación de dirigentes populares, que llegaron al poder prometiendo limpiar la vida pública- la corrupción fue ante todo un arma poderosa con la que destruir a sus enemigos políticos. Y ya se sabe que a quien a hierro mata…

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