En Málaga acaban de decretar el cierre de toda la actividad no esencial, con independencia de lo esencial que sea para quienes la desarrollan. Estaba de cajón y solo quedaba saber el día que saldría nuestro número. El casco histórico, al medio día, es un páramo y en las calles solo faltan las bolas de rodamundos para parecer el escenario de una película de Sergio Leone antes de que un toque de a degüello anuncie el apocalipsis. El centro se había centrado en el turismo y, confinado este, ha quedado desnortado. Sin ser lo que era, Pedregalejo es otra cosa.

La fiesta va por barrios y, aunque todo el mundo no la vive de la misma manera, la resurrección navideña ha matado a febrero. Acabado enero, Bonilla lo ha visto claro y ha optado por salvar las UCI, que son más importantes de lo que son los bares para su homóloga madrileña. Lo que es normal cuando según tu cómputo de daños con motivo de la borrasca Filomena, las tascas de tu comunidad generan el 10 % del PIB del país. A los que nos gustan los churros calentitos en lugar de tiesos nos resulta tan incomprensible como le resulta a Feijó, que "no se sentiría responsable si las tuviera que aplicar en Galicia".

Y eso que son las mismas según su jefe, Casado, que acusa a Sánchez de quitarse de en medio en lugar de tomar las medidas que ellos toman. Más o menos lo que piensa Arrimadas, que además pide un paraguas legal común que le permita hacer a cada comunidad lo más adecuado a sus circunstancias. Que, visto desde fuera y tal y como demuestran las posturas diametralmente opuestas de los vicepresidentes de Madrid y Castilla y León, es lo que básicamente llevan haciendo desde que acabó el primer periodo de alarma. Para Arrimadas, el problema es que el Gobierno no ha tomado medidas porque quiere que haya elecciones en Cataluña (ergo habría que haber actuado para impedir que se celebrasen) y acusa al Govern de hacer una chapuza para aplazarlas, aunque es incapaz de decir si eso es lo que cree que habría que hacer. Solo hay dos puntos en los que existe unanimidad en este galimatías: Salvador Illa tenía que dimitir como ministro ante su incapacidad para gestionar la pandemia y es inaceptable que haya dimitido abandonando la gestión de la misma. Y todo esto sin poder comentarlo en la barra de un bar porque mañana los cierran. Adelantar el toque de queda ya no tiene mucho sentido. Tampoco hay donde ir.

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