La escalada es terrible e incontenible. Cientos de emigrantes -que después de tantos años son muchos miles- tratan de cruzar el Mediterráneo en busca de una tierra no prometida. Las hambrunas, las dictaduras, la falta de futuro, la nada, las mafias y un terrible etcétera llevan a inocentes a gastar cantidades imposibles por un sitio en una abarrotada patera llamada al naufragio. El intento ya es suicida. El fin de este drama está en su principio, y es ahí donde pienso que hay que acumular las ayudas, las políticas, los acuerdos. ¡Es inadmisible que sigamos ajenos a tanta muerte inútil, criminal, asesina! Es inadmisible que la ONU, la Conferencia por los Derechos Humanos, la Unesco, el Vaticano y tantas organizaciones poderosas queden impasibles en su diplomacia, quieta en sus responsabilidades morales y cristianas, aplicando a tal masacre congresos, reuniones, oraciones y llantos a los que solo se solucionaría con eficaces e imparables ayudas a los pueblos afectados, allí en el pueblo, proporcionándoles incentivos concretos de crecimiento, paz y futuro. ¡Basta ya de muertes!

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