Georges Perec, escritor francés y genial, con pinta de saltimbanqui eremita y loqueras, escribió un librito titulado en su origen Je me souviens y que aquí se publicó bajo el título de Me acuerdo. La obra, inclasificable como casi todas las de este personajón, es un compendio de recuerdos en los que el escritor, de forma aleatoria, va desgranando en breves apuntes viejos recuerdos de su vida: asuntos personales, deportivos, culturales, políticos y de toda índole. Me acuerdo es un librillo magnífico, sutil, porque resume de forma juguetona el intento vano contra el olvido que es la literatura y también porque permite que cada cual haga el suyo como resumen del tiempo que le tocó vivir. Al fin y al cabo todos tenemos recuerdos y todos con nostalgia nos acordamos. Yo me acuerdo, escribía Perec por ejemplo, de que mi tío tenía un 11CV matrícula 7070RL2, a lo que yo podría añadirle que me acuerdo de que mi abuelo tenía un Renault 12 con matrícula C0-5994-E y mi padre otro con matrícula C0-0691-I. Son recuerdos vividos, y por tanto más dulces que amargos pues se vivieron. Lo malo, claro, es cuando comienza a tener esa edad en la que la gente más joven comienza a tener nostalgia de asuntos que a ti ya te pillaron pasadito de años, digamos que a otras cosas. Lo sé porque esta misma semana se ha anunciado que se va a grabar una secuela de Los caballeros del Zodiaco, y eso me ha hecho acordarme de que ésa fue una de las primeras teleseries de dibujos animados a las que no les hice ni puñetero caso porque andaba ya coqueteando con la adolescencia y con la atención dedicada a otros menesteres. No me sé pues ni un sólo nombre de estos épicos caballeros y lo único que me suena un poco es la sintonía porque algunos chavales la cantaban a voz en grito en los recreos. De ellos será pues la emoción melancólica cuando llegue la nueva versión, mientras que a mí, como a todos, me tocará seguir salvaguardando mis recuerdos con la tontísima y generalizada sensación de que son más importantes que los de los demás. Me acuerdo hoy en fin de las cosas viejas y de lo que no vi, y de todo esto lo poquito que saco es lo ya sabido y mil veces dicho: que la vida corre que no veas, queridos. Así que si, por fortuna, en estos días veraniegos logran detenerla unos instantes en la playa o la piscina, átenla porque cuándo verán otra. Si lo logran, den a esa vida detenida recuerdos míos y del fauno Perec. También de los Caballeros de Zodiaco, claro, sean estos sujetos quienes demonios sean.

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