Cenacheriland

Ignacio del Valle

Cafés de película

El centro histórico está enrachado para rodar y parrandear. Llegan las series

Un madurito envasado en chalequito acolchado toma un supuesto mitad. Le atiende un camarero con mandil de gastrobar. Se rueda una secuencia ambientada frente al Patio de los Naranjos de la catedral. La grúa en la que está montada la cámara que retrata el espejismo insiste en su abanicar. El blocker (bloqueador de tráfico) del equipo de producción de la ficción nórdica contiene al gentío. Jajajas, preguntas, fotos de móvil y prisas para atravesar calle Císter al atardecer. Reverbera la impaciencia empujona de las familias enchiqueradas. Al tercer grito de ¡Corten! El murmullo sube de cabreo y volumen en una vía pública más cortada que un café largo. Se entra en un bucle absurdo. El sonidista que maneja la pértiga con el micrófono que registra el sonido, no sabe por dónde meterse el palo. Todo sucedió en menos de diez minutos, los necesarios para contrariar al respetable.

El centro histórico está enrachado para rodar y parrandear. Llegan las series que programarán en las cadenas de televisión de apoquinar por ver o sufrir en episodios salteados con mucho anuncio publicitario. Los gafapastunes interesados en las cosas del Málaga Festival estamos pendientes de los datos de los rodajes y repercusión económica de esta punta de lanza de la industria creativa. Excelente cosecha la del 2018. En 2019 nos ilusionamos como el tonto de la rima con resultados de película. "De película" viene a significar espectacular, exagerado…increíble para lo bueno y para lo pésimo. Unas navidades de película significa que usted las ha gozado como el elfo del anuncio. Un gripazo de película, por contra, refiere una fiebre brutal, comatosa, categoría baja médica de trabajador autónomo. De película son los beneficios de los empresarios hosteleros y asociados al rubro de la cerveza, tapa y cama en Cenacheriland. Con las cosas de comer no se bromea. Con los honorarios de los trabajadores indígenas del sector audiovisual el asunto es para llorar y no de risa. En el emergente sector de la creatividad fílmica no se remunera lo mismo a un eléctrico en Málaga que a su equivalente en Barcelona o Madrid. Es lo que pretende alguna productora lince ibérica, experta en recortes, malas artes y praxis en sus relaciones con la escasa plantilla indígena que contrata. Nos quieren y atropellan por baratos, no por buenos, que también lo somos, de película, no sólo sirviendo cafés.

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