Capitalismo

Todo el mundo se pone a aplaudir con las orejas cada vez que un intelectual arremete contra el capitalismo

El otro día, en una entrevista que leí no sé dónde, un escritor relativamente joven decía que el capitalismo es un enemigo del amor y que todas las parejas vivirían mejor si pudieran tener algo así como una renta mínima garantizada. "Una renta universal garantizaría querernos mejor", decía ese escritor. Me quedé de piedra. ¿Es el amor -el amor que movía el cielo y las estrellas, según Dante, pero que también se convierte en hastío y decepción y asco y depredación moral, como muy bien sabían los personajes de Ingmar Bergman- un sentimiento que pueda ser condicionado por una paguita mensual? ¿Es posible que alguien piense en el amor en términos tan simplones? Pero inmediatamente recordé lo que había dicho David Foster Wallace, quien aseguró en una entrevista que el aburrimiento mortal que sentía -y que en cierta forma se convirtió en una depresión crónica que acabó empujándolo al suicidio- era culpa del capitalismo salvaje imperante en Estados Unidos.

Es para quedarse de piedra. ¿No había divorcios ni rupturas amorosas en la URSS, donde todo el mundo tenía una paguita garantizada? ¿No se pegó un tiro en el pecho el poeta Maiakovski, que tenía su sueldo de poeta asegurado por el Estado soviético, porque un día se sintió traicionado por su adorada Lili Brik? ¿Y no había nadie que se aburriese mortalmente en la Polonia comunista de 1950? ¿No había depresiones en la China de Mao? ¿Y no hubo desengaños amorosos en la Cuba de Fidel Castro, en la que todo el mundo tenía su ración garantizada de felicidad colectiva?

Estas cosas deberían ser evidentes, pero todo el mundo se pone a aplaudir con las orejas cada vez que un intelectual o un artista arremeten contra el capitalismo. Y más aún cuando alguien se permite la estupidez de decir que el capitalismo es responsable de las rupturas amorosas o del aburrimiento oceánico de un domingo por la tarde frente al televisor. Hay muchas cosas que criticar en el capitalismo, muchísimas -desde los salarios precarios a la destrucción del medio ambiente-, pero es ridículo pensar que un sistema político sea el responsable de nuestras debilidades y de nuestros fracasos. Lo que pasa, claro, es que queda mucho más cool atribuir los fracasos amorosos al capitalismo en vez de atribuírselos a ese personaje voluble, caprichoso, despótico e impredecible que llamamos vida.

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