Cenacheriland

Ignacio del Valle

Cargar las pilas

Somos siervos de la electricidad portátil: el teléfono, el ordenador, la tele, el reloj y el audífono

8grados de temperatura a las och'oclok de un año recién desembalado. La sonrisa no frost de motero a punto, bien abrigado y enguantado. Llave de contacto y suena un ¡aaahhhg! ¿Será posible? ¡Mecánico no me arranca la moto! ¡Se ha muerto la batería! Las circunstancias conspiran. Sabotaje.

Ahí pasmado, huérfano de voltios en medio de la rúa. Pensamientos rioltosos fluyen en espiral como volutas de humo. Un cigarro es la medida de la divagación cancerígena. El lapso para aplacar la impaciencia y no ser arrastrado por la acidez sulfúrica.

Vivimos esclavizados por pilas-pilas o baterías. Nuestro confort gira en torno al nivel de carga de esa energía invisible y química. Una pila se diferencia de una batería según estén dispuestos los dispositivos acumuladores: en batería uno al lado de otro, o apilados como cajas de sardinas. Olé mis ingenieros.

Somos siervos de la electricidad portátil: el teléfono, el ordenador, el mando de la tele, el reloj de la cocina, el marcapasos, el audífono, hasta las básculas de peso que ahora alarman al smartphone con polvorones, turrones, porciones de asado y brindis de alcoholímetro que hemos trasegado. En ocio las consolas de videojuegos, drones de hélices afiladas cual cuchillo jamonero, coches de radiocontrol, muñecas que hablan, mascotas que caminan y mueven su rabo mecánico…todo se menea con el imperio del amperio que hoy se ha rebelado contra mí. Y mire que hay clases de baterías: de petaca, de las gordas pollúas, de las chicas y las canijas del todo. No entran en la cuenta de mi imaginario viejenial el catálogo de diámetros atragantables de las pilas botón. Hasta los ecoches de verdad, las bicicletas, los patinetes invasores y alguna moto rulan con la alegre chispa renovable por Cenacheriland. Puede que usted y yo vayamos en modo Matrix y nos regeneremos con unos días de hueveo forzoso. Espantada a la rutina con casa rural por medio, viaje a otras lenguas o mullidas horas de pijama hipnotizados con el lucerío del árbol de navidad. Espero que haya tomado fuerzas para afrontar el aventón final de la navidad con la traca regalona de los reyes magos y las facturas que esconden bajo tanto armiño. Por cierto, servidor aprovecha para rogar a sus majestades orientales una batería nueva, aunque funcione a carbón, con tal de que me arranque la moto y el cerebro, si es posible.

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