La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Carles, por Dios, vete ya

Mas, que le cedió el cargo a Puigdemont, sí que tenía la legitimidad de los votos, no como él, que fue derrotado

En privado, como hemos podido saber gracias al delator Comín (me inclino por pensar que su móvil no fue asaltado, sino mostrado al cámara de Mediaset), Carles Puigdemont admite que ha sido derrotado por Moncloa y que los suyos le han sacrificado. En público, e inmediatamente después, Puigdemont avisa de que sigue instalado en el delirio y exige su investidura como presidente de la Generalitat. Por encima del Tribunal Constitucional, por encima de sus compañeros de viaje (ERC), por encima del interés pragmático del independentismo y por encima del sentido común. Su legitimismo sólo puede calificarse como legendariamente carlista.

La paradoja es que mientras más solo está más se enroca y desvaría. O quizás no es paradoja. Quizás es su soledad creciente la que le hace disparatar. No hay nadie que le susurre lo que a César: recuerda que eres mortal. Empezó abandonándolo nada menos que quien lo puso en la Generalitat, Artur Mas, que sí que estaba legitimado por los votos, no como él -que fue derrotado por Inés Arrimadas- y dio un paso atrás por el chantaje de los antisistema. Ahora Mas dejó la presidencia del PDeCAT en cuanto conoció la deriva suicida de su hijo pródigo, y también prófugo.

Continuaron sus aliados de Esquerra Republicana de Catalunya, dolidos por tener a Junqueras en la cárcel mientras Puigdemont ponía pies en polvorosa y conscientes de que la independencia unilateral es imposible porque trae algunos problemas: tiene en contra a más de la mitad de los catalanes, daña mucho a la economía de Cataluña, no la reconoce ningún país y lleva a sus promotores al banquillos de los acusados. Unos problemillas, sí. Por eso los de ERC le están diciendo "¡Carles, por Dios, vete ya!", en plan súplica. A decirle que se aparte porque se ha convertido en el mayor enemigo del soberanismo aún no se atreven.

Incluso en su grupo, Junts per Catalunya, han surgido voces que le reclaman un baño de humildad y realismo. Que se retire y dé el testigo a otro compañero que pueda ser elegido legalmente y ejercer el cargo de president de la Generalitat. Son los menos, porque ahí sí estuvo listo Puigdemont y designó personalmente a 22 de los 34 diputados electos del grupo. Son los únicos que le acompañan hasta el final. Auténticos hooligans del carlismo separatista. Porque hace falta ser forofo y fanático para seguir a alguien a un abismo seguro y sin remedio. O eso o tener serios intereses personales.

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