Carteles

No deja de sorprender ese desdén tan sevillano que desprecia lo cosmopolita por ajeno

La semana pasada quedaron presentados los dos carteles más relevantes de la ciudad, el de las fiestas de primavera que promueve el Ayuntamiento, obra de la pintora Nuria Barrera, y el de la temporada taurina que cada año patrocina la Real Maestranza, en esta ocasión encargado al pintor madrileño Carlos Franco. Y como cada año, con la resonancia que proporcionan las redes sociales, han recaído sobre los mismos muchas críticas, como era de esperar mayormente elogiosas con el primero, y ácidas (en su acepción más sevillana) con el segundo. Más que la parte técnica del debate, sobre el que mi opinión no tiene más peso que cualquier otra, me interesa su parte sociológica.

Yo creo que Nuria Barrera ha pintado el cartel que muchísimos sevillanos querrían pintar, y se sienten plenamente identificados con él. La idea del armario abierto de par en par con sus túnicas, su traje de flamenca, su sombrero para el Rocío, la almohadilla para los toros y demás elementos característicos de nuestras fiestas más populares (desde luego, su dueño o dueña no se pierde una...) casa bien con la imagen de la ciudad más costumbrista, la que se identifica sobre todo con la tradición y sus fiestas de primavera. Una versión alegre y colorista de "la vida es una semana", que decía el poeta. Un buen cartel pintado jugando en casa, a favor de corriente, que a buen seguro decorará las paredes de numerosos bares y tertulias.

La buena acogida de aquel es inversamente proporcional a la que se le ha dado al cartel taurino, nuevamente atacado sin piedad desde las trincheras del sevillanismo más folclórico, poco menos que un mamarracho incomprensible y carísimo que mejor estaría en cualquier galería de arte moderno de esas a las que nadie va. No deja de sorprender ese desdén tan sevillano (¿qué sabrá éste de lo nuestro?) que desprecia lo cosmopolita por ajeno, aunque su autor sea un artista de primera fila que expone en las principales citas del mundo.

A mí, si me preguntan, diré que me ha gustado mucho el cartel de los toros, pero más me gusta el giro que ya hace unos años dio en este tema la Real Maestranza, trayendo a Sevilla lo mejor de las artes, de la pintura y también de la escritura. En tiempos tan oscuros para la fiesta, es un lujo y agradezco que el pregón taurino lo haya dado gente como Vargas Llosa o Gómez Pin, aunque tenga ya en el armario esperando mi túnica para el miércoles santo.

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