LA Audiencia Provincial de Sevilla hizo pública ayer su sentencia sobre el caso Marta: veinte años de cárcel para Miguel Carcaño como autor de un delito de asesinato. Los otros tres imputados (su amigo Samuel, su hermano y la novia de éste) han quedado absueltos. En la primavera pasada otro amigo, el Cuco -juzgado aparte por ser menor de edad cuando se cometió el crimen-, había sido condenado por encubrimiento. Con esta sentencia, que no ha satisfecho a nadie, el caso que más ha conmovido a la opinión pública en los últimos años ha sido resuelto en primera instancia. Pero está lejos de quedar aclarado. La desaparición del cadáver de Marta del Castillo, que tenía 17 años cuando fue asesinada, y el rentable pacto de silencio entre algunos de los implicados sobre su paradero se ha convertido en un obstáculo insalvable para el total esclarecimiento del crimen y, a la postre, para la delimitación exacta de las respectivas responsabilidades penales. No ha podido probarse si la muerte de la joven sevillana fue precedida de una violación ni se han encontrado huellas capaces de demostrar la culpabilidad de los otros procesados, alguno de los cuales, como Samuel, llegó a confesar ante la Policía su participación en el ocultamiento del cuerpo del delito y a señalar el lugar al que presuntamente lo arrojaron. Hasta tres operaciones de búsqueda de los restos mortales de Marta se desplegaron sin resultados, y ese fracaso ha sido determinante en que tres años después el caso continúe en parte sin aclarar. La investigación policial fue incapaz de hacer llegar a los jueces el material probatorio suficiente para destruir la presunción de inocencia que asiste a cualquier individuo que se siente en el banquillo de un tribunal. De este modo, los magistrados de la Audiencia han condenado al autor del asesinato y a sus cómplices, el Cuco y una tercera persona "desconocida". Esta última expresión ya indica que el propio tribunal acepta que la justicia impartida no ha sido completa. Es lo que indigna a la familia de la víctima, abatida por una tragedia que tampoco ayer ha llegado a su final.

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