La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Católicos y elecciones

Los obispos andaluces han invitado a los católicos a votar responsablemente el próximo 2 de diciembre. Aclarando "que ninguna opción política recoge en sus programas la experiencia de la Iglesia o la totalidad de la Doctrina Social", invitan a discernir qué programa se acerca más a ellas y ofrecen unas orientaciones para formar criterios a la luz de la Doctrina de la Iglesia.

Es tan evidente que todos los partidos asumen (otra cosa es que crean en ello o sean capaces de abordarlo con eficacia) algunas de estas orientaciones (ayuda a los sectores más débiles de nuestra sociedad o construir una vida social más justa y pacífica) como que los más representativos no asumen otros. Sobre todo el que se refiere al derecho a la vida: PSOE, Ciudadanos y Adelante Andalucía porque consideran el aborto libre la conquista de un derecho y el PP porque hizo los números electorales y constató que la mayoría de la derecha es tan pro abortista como la izquierda.

La democracia es un bien mayor que permite elegir el mal menor. Creo que es una suerte que ninguna opción política recoja en sus programas la experiencia de la Iglesia. No es posible ni deseable. Dios y el César. Lo contrario sería recaer en el nacional catolicismo: la Iglesia haciéndose cómplice de un poder que se sirve de ella (y ella de él) para alcanzar sus propios fines que vulneran los mandatos de Dios. Algo anticristiano e imposible tras el Vaticano II: "Los fieles aprendan a distinguir con cuidado los derechos y deberes que les conciernen por su pertenencia a la Iglesia y los que les competen en cuanto miembros de la sociedad humana. Esfuércense en conciliarlos entre sí, teniendo presente que en cualquier asunto temporal deben guiarse por la conciencia cristiana" (Lumen Gentium).

¿Y si el César vulnera gravemente la ley de Dios? Entonces la democracia permite la oposición crítica y en casos extremos (aborto y eutanasia activa) la objeción de conciencia. Los cristianos votan sabiendo que ningún partido representa sus valores. El mal menor. Y no deben olvidar que tienen unos valores propios y una cultura propia con dos mil años de antigüedad (el doble si sumamos Antiguo y Nuevo Testamento) que les permiten participar en la cosa pública a través de su acción personal y las instituciones de la Iglesia, precursoras de las que hoy se llaman ONG. El homo religiosus es más que un zoon politikon, el aristotélico animal político.

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