Desde la madriguera

Ignacio del Valle

Cautivos y con esperanza

 Los días nublados se llevan caseros en la madriguera. Los chubascos tientan con susurros radiadores de mesa camilla. Una procesión de horas que se desliza por el telecurro sin los vestigios, beneficios y trastornos urbanos de la semana santa. A estas alturas de la cuaresma estaríamos de bulla en bulla inciensaria para abonarse a la silla o escapar de los capirotes poniendo una aventura casa rural por medio. En el 2020 toca crucero por el submarino madriguera neotiesa a salvo de tanto cirio. Sin el tráfico alterado por el montaje de las tribunas y todo el aparataje de ese sector económico que reza al cielo de terciopelo. A la previsión de la lotería meteorológica y la ocupación hotelera. A los récords de gentío cascarúo. En esta ocasión tocarán reposiciones de desfiles gran reserva. El desembarco legionario viene en tanquetas. Con el detente virus en la solapa. Aquí andamos cautivos y con esperanza para que todo esto acabe cuanto antes y mejor. Expiando pecados a través de internet, con el advenimiento salvador de la mensajería que llega del espacio histerior. Las salidas a la calle con cuentagotas y los buses con pasaje ralo. Con rutinas de internado, midiendo las palabras y facilitando la convivencia para evitar la discusión. A estas alturas andaríamos a una semana vista de planificador en la que todo se detenía. De cabeza con los encargos de última hora, las exigencias, los impuestos, los itinerarios, los carteles, los traslados, los correcorre que te pillo para antes de ayer. Mañana será otro día de abril y penitencia casera, si Dios quiere.

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