Cuando los programas matinales de información política emiten en directo las principales intervenciones de la sesión parlamentaria de control al gobierno, resulta difícil distinguir entre las intervenciones de los políticos y las de los tertulianos: el mismo sectarismo, igual tono hiperbólico e idéntico lenguaje de odio. No sabemos si echan más leña al fuego de la crispación y la polarización, unos u otros. Parece que más que informar o debatir, solo se trate de encabronar al personal. Dice Steven Pinker en su En defensa de la Ilustración que "cuando la audiencia de 2515 observe retrospectivamente a la audiencia de 2015, su grado de desprecio por nuestra manera de juzgar el debate político será aproximadamente comparable al grado de desprecio que sentimos nosotros hacia los juicios por la brujería de Salen de 1692". Probablemente Pinker intuía que, desde la publicación del libro, la crispación y el odio irían a más.

Probablemente una de las cosas que más llame la atención, a esos hipotéticos observadores del futuro, sea cómo, al considerar el conflicto centro y razón última de la política, quedamos cegados para ver cosas tan elementales como distinguir entre cuestiones de Estado y asuntos de gobierno. Incapacitados para entender que hay asuntos que el bien común exige que sean tratados como cuestiones que están por encima de la coyuntura y de las escaramuzas política. Muy al contrario, en estos momentos cualquier tema puede ser convertido en arma contra el gobierno: ya sea la lucha contra la pandemia o la inadmisible actuación de Marruecos, poniendo en peligro miles de vidas para colapsar nuestra frontera. Como una advertencia más propia de mafiosos que de gobernantes de un país soberano. Nada de eso ha impedido a la derecha política y mediática tratar el asunto de forma tan sectaria como grotescamente partidista.

Tampoco el gobierno ha sabido dar el debido tratamiento a aquellos asuntos que por su naturaleza exigirían la participación de todos. Compartiendo la información y las decisiones, como parece que ha ocurrido en otros países de nuestro entorno. Aunque lo más probable es que Pedro Sánchez no hubiese encontrado aquí la misma actitud de la oposición que sus colegas de esos otros países. Aunque quizás tampoco lo haya intentado suficientemente, al menos hasta el punto de que la ciudadanía pueda tener una idea clara de quienes le han fallado en los peores momentos de la peor crisis.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios