Cifras y letras

El servicio de asistencia a profesores del sindicato ANPE dio datos: lidió en Málaga con 19 conflictos el curso pasado

Las ideas entran mejor con forma de persona. El éxodo de los sirios incomodaba cuando era una cifra, pero las imágenes del niño que la pleamar dejaba en la arena y la del adulto pateado por una periodista rubia valían lo que todos los ceros. Tuvo que salir Ana Orantes en televisión -dos veces, primero en un magacín y luego en los noticieros- para que nos diéramos cuenta de que en España había un problema serio de violencia doméstica. La última cristalización de números es la del maltrato en institutos y colegios. El acoso escolar nació con la escuela, al Buscón llamado Pablos lo recibieron a gargajos en Alcalá de Henares y Quevedo lo contaba como cosa graciosísima, pero la tecnología lo hace visible y más sangrante. El mundo no irá tan mal si, aun cuando no desaparecen las brutalidades, ya nos soliviantan.

El niño vejado por sus compañeros entristece aunque no pilla de nuevas. Ahora empezamos a hacer caso al maestro vejado. El servicio de asistencia a profesores del sindicato ANPE ha presentado cifras; lidió en Málaga con 19 conflictos el curso pasado: esos conflictos son básicamente faltas de respeto. Los últimos años han menguado, aunque los sindicalistas advierten: el trabajo es tan inestable que quita las ganas de denunciar. Un interino que dura en el colegio lo que un dulce en la puerta del colegio suspira y aguanta antes que meterse en jaleos. Y aunque decrezca el enfrentamiento tradicional, el ciberespacio ha introducido otros. El corralón de comadres dio paso al grupo de Whatsapp de padres de alumnos, donde una mentira imaginativa y agresiva circula más rápidamente que la información sobre los hechos, verídicos y sosos. Un crío cuenta en casa cualquier chorrada y la familia, como el buen periodista, no deja que la realidad le estropee un tuit. Cuando alguien empieza un debate con "A mí me han dicho que…", suena de fondo el tam-tam de guerra. Una tribu cavernícola con teléfono sigue siendo cavernícola.

Tampoco podemos pedir que los retoños muestren deferencia con el maestro si la Junta de Andalucía es la primera que los chulea. Desconvocar plazas de profesor una vez que el gabinete de relaciones públicas ha cumplido su trabajo es vacilar a los opositores, que invirtieron capital, tiempo y sudor de su frente para conseguir un trabajo que ahora no existe. Pero en este caso, como en tantos, a la Junta le conviene sepultar a las personas entre estadísticas.

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