CUANDO ustedes vean inauguraciones en tumulto, primeras piedras dejadas caer rodeadas de aspavientos sonrientes, no les quepa la menor duda de que tenemos a la vista elecciones. Chupando cámara con sonrisas gélidas, acartonadas, los codos funcionando como a la salida de las carreras de 1.500 metros, numerosas mujeres y hombres son las golondrinas de las urnas, las precursoras de las contiendas electorales. Los graciosos pajaritos primaverales que con sus trinos, juegos y nidos debajo de los tejados anuncian el resurgir de la naturaleza después del invierno, sirven de modelo a las carreras políticas por cortar esta cinta o hacer un hoyo donde irá un pilar dentro de dos o tres años o diez, fundamento de unos servicios de valores incalculables que, por el momento, revolotean como avecillas por las nubes inciertas del futuro. Los ciudadanos siempre acaban preguntándose por lo mismo: ¿qué ha pasado en los cuatro años transcurridos si a última hora los de la política corren que se las pelan descubriendo lápidas o sacándose del bolsillo propósitos e ideas más secas que el bacalao salado? En los medios de comunicación hemos visto y leído cosas de tebeo, graciosas en ese correteo por abrir un nuevo establecimiento público antes de sonar la prohibición de seguir inaugurando. En todos estos prólogos electorales de inauguradores oficiales asfixiados por sus agendas descompensadas los hermanos Marx habrían introducido orden y concierto. Nadie les discutiría su asesoramiento de imagen en la inauguración por cuatro veces del Hospital Central de Oviedo y sus reformas. Correría la primera, supongo, a cargo de los servicios de limpieza que con sus uniformes limpios y utensilios cortarían de golpe las cintas inaugurales; en la segunda las tijeras del corte las pondrían los servicios operativos; la tercera contaría con los bisturíes de los equipos médicos y ayudantes; y la cuarta y última de la serie, la harían los propios enfermos que, hartos de ver pasar muchas veces a los mismos, acabarían por agruparse con las escayolas y las muletas al frente.

"La que viene ahora sí que es buena, jefe", es la voz de Harpo anunciándole a Groucho el aeropuerto invisible de Castellón, a la salud del incansable e imputado Fabra. Va, aparece con el listado de inauguraciones y a unos terrenos muy parecidos al campo de fútbol del Lituania-España, los llama pistas del tráfico regular de aviones. Ni son operativos, ni nadie sabe cuándo lo serán y hay que levantar mucho el cuello para divisar aeronaves. Una modesta sugerencia: dejárselos a los chiquillos para que vuelen sus avioncitos de papel y montar al mismo tiempo un museo de aeromodelismo. "Jefe, tampoco se pierda ésta", de nuevo Harpo husmeando por los corrillos preelectorales: en Valencia, la alcaldesa Rita Barberá dio por inauguradas con banderín de salida y todo, y el grito de "viajeros, al tren" dos o tres estaciones de ferrocarril sin vías ni trenes. Estas cosas no las mejora ni el visionario más genial de todos los tiempos, Don Quijote. Supongo que doña Rita iría tapándose la risa por la valencianísima calle Ruzafa después de sus visiones y que, incluso, pasaría por Los Viveros a catar alguna exquisita paella si las risotadas no le producían atragantamiento.

Cayó el telón preelectoral de obras, proyectos y futuros de Málaga con más pena que gloria, no sin descubrir de pronto la existencia de varias bibliotecas por los barrios a punto de abrir sus puertas que, al final, las abrieron ante el próximo empujón de las urnas. El despertador de los comicios de mayo sacó del sopor al alcalde De La Torre que también acudió presuroso a colocar la primera piedra del centro de la Asociación de Clubes de Baloncesto tras tres años de espera. Sobre la segunda piedra las noticias son contradictorias. Cabe reseñar la apertura más o menos precipitada de un parque para activarles a los mayores su resistencia física y animarlos a la lectura, mediante una biblioteca pública en Pedregalejo, todo con la colaboración financiera del Fondo Estatal de Inversión Local. Pero la jugada maestra del regidor malagueño tiene rasgos de James Bond. A última hora, a ultísima hora sus huestes buzonearon centenares de DVD dando por hecho la construcción de dos centros deportivos de no te menees en un lapso de tiempo de los "que largo me lo fiáis". Su operación relámpago electoral cogió desprevenidos a sus contrincantes, defecando, vamos, aunque ahora quieran sacarle migas a la foto suya de acompañamiento comparándola con una de Antonio Banderas.

En resumen, nada especial en las idas y venidas preparatorias de las votaciones. A cerrojazo no le faltó la tormenta, la misma que seguirá descargando con la actitud del alcalde de importarle un bledo, son palabras suyas, y darle su bendición a la adjudicación de 28 obras menores a estilo Porras, su concejal de Sostenibilidad y Servicios; o de presenciar impávido la petición a sí mismo del de Urbanismo, Manuel Díaz, de rebajar seis o siete veces el presupuesto de una obra suya. Los rayos y truenos están servidos, nada de lágrimas de cocodrilo.

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